Fue un encuentro inevitable porque, en caminos fronterizos, no
faltan alcabalas móviles o establecimientos fijos para revisión de
maletas, bolsos de mano, solicitar documentos de identidad a los
viajeros.
Antes que le ordenaran detenerse con su pequeña carreta, Efe haló,
suave y hacia atrás, las bridas-riendas del bozal de su caballo. Salió
del antiguo vehículo. Aproximándose a los funcionarios que
portaban armas de guerra, formuló:
-«Soy culpable, consumaré parte una parte que detesto del mundo»
Vestía ropa ligera: una franela y pantalón negros sin bolsillos. Pero,
tenía un dispositivo semejante a un celular. Levantó sus brazos, les
dio la espalda y abandonó la carreta.
A los uniformados le causó risa la expresión del individuo que se
alejaba rápido, mientras ellos revisaban el interior del vehículo.
-«Está repleto de billetes verdes» –eufórico, expresó quien
comandaba a las tropas.
En realidad, era un trozo de lona medio cubierto con «divisas
imperiales» debajo de la cual yacía un poderoso explosivo. Lo
levantaron. El hoyo abierto en el lugar fue tan espectacular que se
convirtió en maravilla turística.