Schicklgruber dejó los planos en la mesa y se desplomó sobre el mueble con todo el peso del cansado día. La debilidad de su vegetarianismo obstinado frenó su impulso de soltar un puñetazo sobre la mesa. Atrapado en el sofá apolillado, hundido en el manso cuerpo, lamentó haberse dejado caer justo cuando brotaba de sí un antojo de té caliente. Logró recomponerse y evitó el abismo de la...