A don Enrique Amado Rincón Era la manera más precisa de abrir una herida en el tiempo y a través de la sangre de esa herida volver del Hotel Granada. Fue la fritura de ese plátano maduro lo que removió, sin duda, a Enoe Medrano de la íntima corteza del marco de madera en el que siempre descansaba. Levitó en la gasa vaporosa de la tarde y bajó por la herrumbre chirriante de la escalera del hall...