La espigada figura caminaba despacio bordeando el otero, hasta alcanzar la línea de algarrobos, que separaba el caserío de la loma. No se había dado cuenta de su aparición hasta que lo vio atravesar el cercado como quien sale de una aspillera. El sol intenso y brillante hacía tambalear la imagen ante sus ojos, tratando de reconocerla, entre el pestañeo y el sudor que resbalaba por sus mejillas...