Que me perdone Marcel pero este es mi nickname en todas mis cuentas de internet, desde facebook, pasando por instagram, twitter y hasta TikTok. Aunque nadie me crea es un homenaje peculiarísimo al franchute paliducho de bigotes lánguidos. Y es que yo también nací un 10 de julio y me obsesioné con este escritor súper prolífico. Tanto así que me he releído toda su obra. Desde las tr3s mil páginas de EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO hasta los 21 tomos de sus email analógicos sin desdeñar, para nada, el dulce hastío que me provoca LA FUGITIVA o el sopor de su artículo, publicado en Le Figaro, “La muerte de las catedrales”.
Confieso que deliro por su SODOMA Y GOMORRA (el par de volúmenes, sí) aún cuando declaro mi predilección absoluta por LOS PLACERES Y LOS DÍAS, texto con el que me identifico de tal manera que le he dedicado la totalidad de mi vida adulta, haciendo de este texto sinuoso, mucho más que mi ganapán, el código de mi existencia.
Mi par de doctorados en Proust me posibilitan viajar por el mundo dictando clases magistrales que ensalzan la prosa de Marcel. En cada ocasión disparo exégesis diversas que confunden a los fans que (p)ululan en casi cada capital del planeta. Los asiáticos resultan los lectores más entusiastas y comprometidos con la “escritura marceliana” como a mí me complace mentarla.
Los Proust-ortodoxos me odian a muerte y son mucho más febriles que los lacanianos en sus ofensas. Me han hecho saber que han puesto precio a mi cabeza, amenazándome con hacerme explotar en mil pedazos, esparciendo mis entrañas a lo ancho y ajeno del auditorio donde me encuentre.
“Mundanidad y melomanía” es el texto que más he re-elaborado en interpretaciones, linkeándolo con un multiverso que no para de ramificarse. En cada relectura encuentro novísimas claves que catapultan mi reinvención de Proust hasta extremos lisérgicos que se expanden.
Mi proyecto más ambicioso consiste en la re-creación de la obra de Proust en total clave digital con híper vínculos musicales, pictóricos y gastronómicos que ocasionen una omnipercepción en el usuario. Me falta convencer a Elon Musk de la sustentabilidad de este magno empeño que precisa de la labor de un ejército de especialistas proustianos que he estado reclutando hace décadas.
He de decir que el holograma 3D de Marcel funciona perfectamente. Interactúo con él a diario y recitamos, al unísono, párrafos completos de “El final de los celos”. En este aspecto, Roomba y Alexa procuran sabotearnos sin éxito alguno.