🎣 La conseja

A Fernando Valera Rivas

¿¡Cómo es que un nieto mío tiene 19 años y todavía no ha conseguido novia?! ¿¡En serio, mijo!?

Sí, abuelo.

¡Adiós caraj! ¡Agarre papel y coja ahí ese tocón de lápiz paque apunte, mire yo ya estoy en peligro de extinción! ¿¡No digo yo!? Mire mijo, la vida es como la mar y las mujeres, como los pescaos y una que otra guabina. Usté lo primero que tiene que hacer es lanzar una nasa.

¿Una qué?

¡Ah, baile! ¡Usté sí que está desinformado! ¡Pele por el diccionario, carrizo!

“Nasa: arte de pesca que consiste en un cilindro de juncos entretejidos, con una especie de embudo dirigido hacia adentro en una de sus bases y cerrado con una tapadera en la otra para poder vaciarlo; manga de red ahuecada por aros de madera que…” No entiendo, abuelo.

No, que va a entender, mijo querido, si ya le estoy viendo la cara. Mire, usté no va a salir de zafrisco a  pescar una sardina con un arpón. No. Usté va y tira una nasa, una malla, una cesta o un poco de anzuelos con bastante carnada. Tarde o temprano algo cae.

¿Entonces las mujeres…?

Son igualitas a los pescaos. Usté mueve el anzuelito y eso va y pica seguro, así que no se me desespere. Y entonces, una vez que pique una, usté se tiene que poner galante y embustero. Usté, a la señorita esa, le hace creer que ella es la única, la más grande, la más maravillosa, y le dice que usté hace lo que ella diga, lo que ella quiera, mande que yo obedezco. Y también le dice la palabra “siempre”.

¿”Siempre”?

“Siempre”. Eso de “para siempre”, “para toda la vida”, “eternamente”… eso les encanta. Y pone musiquita de fondo y media luz y ojos de carnero y le jura que la ama, la admira y la respeta… anote ahí y apréndase eso que es bien importante.

“Amor, admiración y respeto”.

Así es. Usté le dice eso a una dama y ahí mismito se le derrite. Y también dígale que usté es su esclavo y que daría la vida por ella.

Pero eso no es verdad, abuelo.

¡Claro que no es verdad, mijo! ¿¡Qué va a estar siendo verdad!? Pero eso es lo que las mujeres quieren oír. ¿A usté qué le cuesta decírselo?

Nada…

¡Ahí está! Pero cuidao exagera, porque ellas serán mujeres, pero no son tontas. Mucho cuidao, pues. Porque si creen que es mamaderita de gallo ahí mismito lo dejan entendiendo. 

Oquei.

¡Y tampoco las acoquine y las tupa, porque entonces se asustan, pobrecitas!

¿Y qué más, abuelo?

Ah, que usté va y se pone espléndido y regalón. Pero no vaya a salir a darle unas rosas y una caja de chocolates.

¿No?

¡No! Eso es cosa de las novelas esas que ve su mamá en la televisión. En la vida real, a lo mejor la muchacha es alérgica o está a dieta. Así que usté tiene que aprender a oír y a ver.

No entiendo, abuelo.

Ya van dos, mijo… Mire, que usté oye a la muchacha y ella va y le dice por ejemplo: “Yo colecciono medias de colores con dibujitos” ¡y es que no ha amanecido cuando ya usté está en la tienda comprándole un parcito! Pero tiene que saber oír y tiene que ver. Mírele bien la patica a la joven. Cómprele sus medias del tamaño y numerito que son. ¿Me va entendiendo, mijo?

Sí, abuelo.

Bueno, y cuando a la niña esta le brillen los ojitos y caiga como un mango loca de amor por usté  -y si es que usté la quiere conservar, porque vio que la cosa es en serio- entonces deje que ella lo cambie.

¿Qué me cambie?

Completico, mijo. ¿Usté cree que yo me compré esta guayabera color petunia? Estas son vainas de su abuela.

Pero… ¿qué me cambie cómo?

Todo. La ropa, el corte de pelo, los horarios, los gustos… todo. Y es que resulta que, cuando nosotros los hombres nos enamoramos, nosotros queremos que las mujeres se queden así, igualitas. En cambio ellas vienen y se enamoran de uno, y después nos componen, nos arreglan, nos mejoran, nos visten, nos desvisten y nos ponen más bonitos. Porque ellas nos quieren en la medida en que uno pueda ser otro… ese otro que ellas quieren.

Ay, abuelo, yo no entiendo.

Entonces enamórese, muchacho, y déjese querer.

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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