Pagué la cuenta, deje dos soles de propina y salí a la calle.
Él aún estaba en la acera de en frente, con una mano en el bolsillo y la otra la llevaba cada dos segundos a la boca para inhalar un cigarrillo, de su boca le salía tanto humo que impresionaba, el frío se colaba por mis huesos y como pude, arrastré mis pies hasta donde él estaba.
Me miró a los ojos y sentí más frío, no podía dar crédito a tanto egoísmo, ambos estábamos atrincherados en las fosas de nuestros puntos de vista, sus palabras rebotaban en mí como balas; sentí deseos de perder la batalla y marcharme a casa, pero el deseo de pasar una noche más juntos, me obligó a sacar la bandera blanca.
Abrí la boca y en una sonrisa se desplegó la bandera, esa fórmula con él nunca falla, me miró de nuevo y abrió apenas la boca, su bandera salió de prisa; soltó el cigarrillo, lo pisó con la punta de sus converse rojas desgastadas, sacó la mano del bolsillo y extendió los brazos.
Rápidamente le abracé, el olor del cigarrillo lo inundaba todo. Y reímos, en ese momento comprendí que el humo que impresiona no es del frio, es del fuego con el que estamos jugando, nos estamos haciendo daño y al parecer, lo confundimos con placer.
Entramos al bar de nuevo y la chica de la barra sonrió al vernos, ella sabe mejor que nosotros de que va el juego, ella ha sido testigo de riñas absurdas, de discusiones en espiral que no van a ninguna parte o sólo llegan a la acera de en frente.
Pedimos un par de tragos y nos tomamos de las manos. Pasamos un rato en silencio, la conversación de la mesa de al lado era interesante, la música casi no se podía escuchar por el ruido de las conversaciones en las otras mesas y el ruido de nuestras cabezas, nos hicimos preguntas con los ojos e hicimos el intento de responder con los labios, pero entre nosotros ya no hay respuestas.
El fuego vivo de este amor adolecente después de los cuarenta lo ha quemado todo, la confianza chamuscada por los celos y vergüenza que descansan sobre las vivas brasas del dolor y la angustia. No hay forma de vernos entre tanto humo, nos toca consolarnos con la imagen falsa que creamos el uno del otro, con las chispas de naranja intenso que prendieron la llama. No hay tragos que valgan y lo peor, es que estamos dispuestos a terminar, pero no con la relación sino con nosotros mismos.
Esto no es Romeo y Julieta, pero morir de amor parece la única salida, como puedo descubro que la canción que suena habla de amores que matan, sentimientos que duelen y de no entender. Suspiré y pensé que esto del amor no es tan complicado, lo que pasa es nos encanta complicarnos, esta vez soy yo quien lo mira a los ojos, pero no dejé que sacara su bandera, su sonrisa también hace los suyo conmigo. Como pude, me abrí paso entre las balas de sus palabras para decirle que ¡ya fue! que vamos a dejarlo, comienza de nuevo la guerra de las descalificaciones, la chica de la barra nos mira atenta, de seguro le damos mucho material para hablar con el que le hace daño a ella. Le pedí que bajara la voz, que se tranquilizara, pero su volumen aumenta, la chica de la barra sube también el volumen de la música y con la poca vergüenza que nos quedaba bajamos la mirada. Recordé un poema y busqué una táctica, pero sin estrategia. Me desplomé en la silla y me dejé arrullar por la voz de Toña la Negra “Sólo cenizas hallarás de todo lo que fue mi amor” él se levantó y otra vez me dejó solo, terminé mi trago despacio y me perdí en el silencio de la mesa de al lado, la pareja que la ocupaba, la de la conversación interesante hace un rato salieron no sin antes mirarnos con lástima.
Pagué la cuenta, dejé dos soles de propina y salí a la calle, esta vez no estaba fumando, ni me miró. Estaba tirado en la mitad de la calle y rodeado de gente, el auto que tomé, hizo el favor de golpearlo y se dio a la fuga, no quise acercarme, no tuve el valor de Marie Curie para recoger sus sesos pegados al pavimento. Encendí el cigarrillo y miré al cielo, di las gracias por hacer por mí el trabajo que yo no fui capaz de hacer. Caminé ligero, sentí que había perdido peso, que mi alma era liviana, llegué a la casa, prendí el ordenador y entré en una página de citas. Me lancé de nuevo a la aventura de encontrar un amor usando como Nick Cenizas 45.
Oh…
Perverso