Entré a buscarte en el baño de una cafetería en el sótano del Centro Simón Bolívar. El urinario estaba repleto de trozos de limón, no se para que sirven, pero ahí estaban. No te encontré en ninguna parte, desapareciste al mejor estilo del mago Henry en su tienda de Sabana Grande. No pude hacer otra cosa que tratar de encontrarte en el hielo de urinario de al lado. Sin lavarme las manos salí del cuarto hediondo y subí las escaleras. Te vi sentado junto a la fuente, con un palito, creabas olas para un barco de papel, que hiciste con el envoltorio de la hamburguesa. Mis ojos naufragaron en los tuyos y sin decirme nada te acercaste y me besaste en los labios. Tomados de la mano caminamos hasta el portal de la capilla de Santa Teresa. Un Cirineo de viento sopló en mi pecho y una Magdalena azucarada se remojó en mi café de esta mañana. Ni una sola pregunta y por supuesto miles de respuesta huérfanas en procesión. Pasamos cerca del limonero y pensé en el urinario. Me quede frío como el hielo del urinario de al lado y te vi salir de la cabina con poceta subiéndote el cierre. Sin lavarte las manos ni mirarte al espejo, subiste las escaleras y fuimos de nuevo hasta la plaza y nos vimos haciendo olas para el barco de papel que hicimos con el envoltorio de la hamburguesa. Sonaron las campañas y vimos la procesión desde lejos porque le temes a la gente vestida de morado. La cruz tropezó con las ramas y un limón rodó hasta nuestros pies. Me besaste otra vez en los labios, y regreso el sabor de Magdalena con café y yo buscándote en el baño. Pensé de nuevo en el urinario. Me quedé frío como el hielo del urinario de al lado y te vi salir de la cabina con poceta subiéndote el cierre. Sin lavarte las manos subiste las escaleras y fuimos de nuevo hasta la plaza. nos vimos haciendo olas para el barco de papel de la hamburguesa y sonaron las campanas. Esta vez logre verte sin esfuerzo, la luz de las velas que alumbraban al Nazareno me ayudó un poco. Pedí perdón, por mí, por ti y por el pueblo. Canté todas las estrofas; porque una vez te escuché decir que el que canta reza dos veces y yo prefiero cantar. Tienes vellos en los brazos y me distraigo en ellos para esquivar los del pubis. Aunque no son peligrosos. La mano subió el cierre tan de prisa que tuve que consolarme con la barba que va camino al calvario. En el urinario de al lado los hielos se tiñen de amarillo, un olor fuerte sube y se confunde con el monóxido del terminal Río Tuy. Debo salir de aquí contigo o sin ti, debo recuperar la cordura y no desearte. Postergar el deseo y guardarlo en el bolsillo. No correr el riesgo del placer de mingitorios. Conformarme con hacer un barco, con el papel de la hamburguesa y hacer olas con un palito en la fuente. Vestirme de morado y no de rosa.