Los secretos de tu cuerpo se develan en la oscuridad del cuarto de hotel de alta rotación, mis manos se hunden debajo de tu piel y un chillido aguado de caricias se abre camino hasta los huesos. Llegamos hace un rato; debimos esperar en el saloncito de la entrada unos minutos mientras la camarera refrescaba la sabanas, digo refrescar por qué no estoy seguro si en este lugar las sábanas se cambian después de cada encuentro amatorio; el vaho de otros cuerpos se percibe en el cuarto y mi fino olfato del que suelo alardear no puede encontrar tu olor mezclado sin querer con el de otros cuerpos; pero no me importa, tu eres más que un olor, tú eres indestructible, eres certeza, confianza y amor, esos conceptos que sólo yo puedo entender no huelen a nada, no tengo perfumes de sentimientos. La amarillenta sabana luce orgullosa el logotipo estampado en azul, hace rato entendió que no nació para ser bordada, comprendió que no se puede ser seda cuando se nace popelina, se resigna a sentir nuevamente el contoneo de dos, la fricción de los vellos y células muertas que alimentan los ácaros que la habitan y yo sigo hurgando en tus secretos, descubro un lunar justo donde nunca imagine que podía existir, lo describo inescrupuloso con la punta del pulgar que me va contando de ti y de tu pasado. El hilo musical es muy fino y la atmósfera que teje no nos arropa, la balada que suena prefiero no escucharla, hoy no cabe tanta desdicha. El espejo del techo manchado de tiempo me grita gordo y tampoco pienso escucharlo, su única intención es arruinarme la fiesta. Miro mi reflejo y le digo con desprecio no estás invitado, la sabana participa porque no queda más remedio pero tú no eres bienvenido, te toca conformarte con mirarnos y ser testigo del placer que se derrama por el piso y las baldosas curtidas; pobre espejo inerte y yo sumergido en tus secretos en tus movimientos de alma, me estoy fundiendo en ti al fin tengo claro tus olores y los abrazo a los míos, cierro los ojos para verte mejor para viajar contigo lejos de esta cama de cemento y el colchón desvencijado, comienzo a volar y aunque no quiero escuchar los golpes en la puerta nos recuerdan que este cuarto no nos pertenece y que debemos abandonarlo en minutos o tenemos que pagar un poco más.
Me gustó. Bien descrito. Imaginé sin esfuerzo.