APRENDER DE LAS HIENAS

1. 

1995. Las infinitas llanuras del Serengueti son el horizonte que tiembla en los documentales de televisión. El león se despereza con un bostezo terrorífico, las leonas cumplen su faena cazadora. Clavan sus poderosas mandíbulas en ñus de ojos apagados, más allá los guepardos hacen lo suyo con las gacelas de Thomson. 

Cuando cae el herbívoro, el glamour de la zigzagueante persecución decae. Con el zarpazo desciende a cero. Mientras más estática y sometida la víctima, menos espectacular el cuadro. Cuando entran otros felinos a deglutir con rugidos de “déjame mi pedazo de carne”; cuando permiten a los críos clavar sus incipientes colmillos o desciende esa oscilación del buitre… la naturaleza toma primacía contra la teatralidad, el espectáculo se hace demasiado animal. Huele a carne expuesta. 

Irrumpen los leones, que son parcial o totalmente carroñeros. Arriban las leonas más líderes y beligerantes. Leonizan el terreno y cuidado si lo copan. Los buitres ni se diga. Las presas ya son guindajos sucios, empantanados. 

Y es entonces cuando entran a cuadro los más exitosos carnívoros africanos y de otros lares: las hienas. Casi rastreras, como por la puerta de atrás, son de las más agresivas en aquello de comer carne cruda. 

Memorando: 

Sr. Igor C. usted ha sido seleccionado para asistir al Taller Gerencia de las Hienas. 

Lugar: Sede principal. 

Lunes 24 de mayo de 1995, 9 am. 

La compañía donde trabaja (Hamfton Tools Corporation, líder mundial de propilsores y neumódocos), lanzó su programa de desarrollo personal-corporativo y allí está él, con una buena excusa para hacer algo diferente durante dos días. 

Entra al auditorio y se sienta lejos de todos, como quien llega tarde y no quiere hacer ruido. El taller lo escribe, dirige y protagoniza Karen T. (en realidad “Karenina” pero ella opta por el diminutivo). Alta, MILF, 55. Cuando Igor se deja caer sobre la silla flexible, la siente el centro de gravedad. El Director Regional en persona abre el evento leyendo:

“La corporación moderna es como un portafolio de la selva: la máxima competitividad basada en supervivencia, alimentación (el puesto en la cadena alimenticia corporativa) y –en nuestro particular caso– movilidad, que es estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Necesitamos equipos de trabajo, más que fuertes y majestuosos, efectivos y cumplidores… ¡Y con un consumo mínimo de recursos! Uno normalmente no piensa estas cosas, ¿verdad? [risas del público], en todo caso hay alguien, una persona con nosotros hoy [mira a Karen] que sí lo hace y con quien los dejo.” 

Aplausos dispersos. La voz del anunciante se va apagando, sube “el mujerón”, galopa hacia el micrófono y toma por entero la sala. Karen pulsa un botón y suspira ante el micrófono. El eco atraviesa todo. “Buenos días”. La lámina en la pantalla: 

Instituto AltoEgo 

Talleres de Desarrollo Personal Zoo-Heurístico 

GERENCIA DE LA HIENAS 

Rastree, ataque y engulla a sus rivales… 

Primera sesión: 

En las llanuras de la corporación moderna: espacio y roles. 

La sabana no es uniforme -comienza Karen y mueve su mano palma abajo en una línea oscilante- hay colinas, promontorios, rocas salientes, charcas, sitios privilegiados. Eso se aplica desde la fría e intimidatoria oficina del presidente (y eso no lo digo por usted, mi estimado Director) [risas] hasta la pequeña sala de fotocopias. A pesar del mundo en línea, todavía hay fotocopias [risas]. El caso es que la sabana constituye la totalidad del espacio. Sí, Dr. Arévalo, como lo acaba de murmurar: “Hasta en el baño” [risas, sobre todo de Arévalo mismo]. 

Explica Karen que cada poder es un dios como en las tribus seculares del África subsahariano y de América: el sol es el calor; la brisa es la fuerza inaprovechada; el agua, equilibrio entre caída y sostenimiento. Los roles son claros y elementales: depredadores dominantes, como leones y grandes felinos en general, los cocodrilos en las riberas y ríos; depredadores intermedios, como las águilas y todos los carroñeros, oportunistas o no, como los buitres. Los grandes herbívoros, elefantes e hipopótamos, búfalos y rinocerontes, gregarios y defensivos. 

En este ecosistema las hienas y chacales son una mezcla de todos los ambientes y papeles de este drama natural. Cazadoras o carroñeras casi en la misma proporción, carnívoras y herbívoras, si es necesario… son una prueba de la eficacia grupal para sobrevivir y la importancia de una buena máquina corporal.

Y cerebral, que las hienas (sobre todo las moteadas) demuestran tener colectivamente. Karen explica, con abundancia de gráficos estadísticos y fotografías de gacelas y reptiles, que los animales poderosos retozan en los mejores lugares, donde les place. 

Los herbívoros, como bisontes o cebras, se arriman con su extraordinaria fuerza colectiva a excelentes sitios abiertos. Las hienas no. Aunque en espacios apartados, casi siempre están en movimiento y se cuelan por todas partes. Karen dice esto mirando a unos y a otros gerentes (“¿Entonces… soy un antílope…?”). 

Retoma el podio y pide explícitamente que miren a nuestro alrededor para detectar estos roles. Quién es depredador; quien se come a otras especies o a la misma. 

— ¡No lo digan en voz alta! [risas] No quiero meterme en problemas con ninguno de ustedes. 

En la corporación moderna la información y el logro de objetivos eran la comida de los depredadores empresariales: la “información-poder”. No como colonización -en el caso de los grandes felinos-, no como empuje masivo, sino mero desplazamiento. Las hienas para sobrevivir, el ejecutivo moderno para no morir y en el mejor de los casos “ascender” en la escala del poder, andan en una ronda permanente por los pantanos organizacionales. Significa ser hiena como única forma de llegar a ser león. 

Porque ni perro ni gato es la hiena, más bien ambos y le han poblado las pesadillas a Igor por años, junto a lagartos y tiburones. Al asociarle cualidades humanas las ve oportunistas, traidoras, incluso asesinas. “No tienen la majestad de los felinos; no compiten con el hombre ni lo ponen en peligro… Pocos o nadie se toma fotos con una hiena muerta”. Y esa risa… 

2. 

Hay un ambiente extraño en la sala. 

Ocurre cuando hay mujeres muy atractivas en una reunión de hombres: los pendejos de contabilidad le cambian la botella de agua mineral a cada dos o tres sorbos; el consultor jurídico, generalmente circunspecto, imita al animal que sus colegas han decidido que representa y sonríe hasta las alusiones menos graciosas de la hábil charlista. Hay dos seductoras asistentes (así como otro, masculino, que entra y sale). Igor no le quita el ojo a la de vestido negro muy ceñido, cerca de la puerta, con labios que calcinan en el gélido aire acondicionado. Moana.

Karen luce como una reina checa, cierto y Yarizza deslumbra por su piel de bronce y sus curvas… pero es Moana con su palidez y lejanía desde allí mismo, su aire de niña perdida lo que monopoliza la mirada de Igor. 

Hasta las gerentes corporativas se sienten alteradas sexualmente con “ese mujerero”, y más aún cuando comienzan a presentarse y ausentarse musculosos mandaderos. 

Nota que el Taller de Karen tiene serias imprecisiones o crasos errores científicos, como mezclar animales de distintos ecosistemas (una que otra vez coló un “caimán” en los pantanos africanos), pero poco importa para la metáfora final. 

Es la misión de AltoEgo (ella, las asistentes y una secretaria) diseñar y ejecutar cursos de desarrollo individual para grupos de ejecutivos bajo el eslogan: “Trátate de tú”. Y otros talleres muy exitosos: “Salir al mundo interior”, “La crisis optimista”, “¡El largo plazo ya!” y otros recursos motivacionales. 

Al conocerla mejor se pregunta Igor cómo puede Karen llevar tan alto nivel de vida y supone que la empresa es muy próspera. Intenta ser más ingeniosa con los títulos: “La verdad interior es la verdad en el interior” para su célebre seminario cerebro-prostático; “Chofer de su autoestima” y así sucesivamente. Imparte dinámicas antiestrés en sabanas, en una lejana isla del Caribe, en ardientes arenas del desierto, bajo cascadas. 

El Director Regional comete la barbaridad de proponerle a Karen, delante de todos, que diseñe una segunda parte del curso a la medida de Hamfton. “Con animales tropicales si es posible”. Karen advierte que estos trabajos ad hoc suelen demorar lo suyo, pero rinden frutos poderosos aunque intangibles y promete una propuesta que a la postre será “Hamfton Tools Latam y el ecosistema empresarial de la Orinoquia-Amazonia”. 

— Así, Hamfton se transforma en una jauría capaz de aprovechar todas las oportunidades de mercado más cerca del ecuador terrestre. 

Ahora bien ¿hienas? 

Fue casualidad. Como cuando en Scrabble uno ve en silencio la madre de las palabras, descuidada por todos… Aquí y allá ha oído que las hienas compiten como los más exitosos depredadores, incluso contra leones. Que su mala fama es solo comparable a su extraordinaria astucia y versatilidad. Leyó –por encima- ciertos papeles de prominentes investigadores y, sí, mucha National Geographic y docenas de videos, tesis, “papers” en la web. 

Revisó con detenimiento documentales sobre sus modos de vida y su rol en las estepas africanas. Todavía las veía como crueles e insensibles, tramposas y no merecedoras de los estupendos botines que lograban. Pero la percepción cambió. Porque resulta que en

el darwiniano mundo animal, las hienas constituyen un equipo de alto desempeño, más motivado al logro que al poder, el cual ceden con gusto a los más fuertes. “Buen material para la gerencia media”, pensó. 

Intentaré destacar algunos puntos claves de la “ideología biológica” que subyace en los talleres y dinámicas de Karen. 

— Si se trata de supervivencia o ventajas, el humano sí está dispuesto a aliarse para conseguir alimento y protegerse. 

Es una pelea para no morir, pero hay que pelear desde el principio. No se lucha para ocupar un puesto, sino para no ser desocupado. No se mata para imponerse, sino para subordinarse. 

“La mujer es más fuerte que el hombre si lo quiere. El siglo XXI pertenece a la mujer. Cuando se lo propone, la mujer domina.” – dice Karen y su equipo aplaude y algunos hombres por confusión o asentimiento también. 

La promesa de sexo más efectiva solo muestra su posibilidad, una prefiguración basada en los símbolos que nos excitan. Como otros artículos de guerra, se concibe por y para el poder. “Ganas más al represar el premio que al soltarlo”. 

De esto se deriva que los humanos usamos el sexo de manera instrumental, es decir, como “mercado” cárnico cuyo trasfondo no es el “puedo tenerlo” sino “lo tuve”. Mientras no se tiene, hay el estado previo de toda guerra: planificación, ubicación, ataque/defensa. 

En la Gerencia de las Hienas la supervivencia implica depredación. Hay que comer carne corporativa cruda. Luego de la supervivencia viene el poder sobre otras especies, un poder colectivo con una líder. 

Igor sigue el curso con gran minuciosidad. Más que para aprender a deglutir “información-poder”, lo mueve la curiosidad de conocer los entretelones de tan insólito programa. Viene a él, de golpe, una conjetura: 

“Es una estafa. Esta mujer ha cosido una impresionante cantidad de información seudocientífica en un corpus coherente en apariencia. Pero solo sirve para impresionar. Lo vende a costa de distraer a sus clientes mayormente masculinos y para los femeninos también aparecen de vez en cuando los asistentes.” 

Durante el “coffee-break” Igor, confundido en un apretado público, no puede quitar sus ojos de Moana, la de cabello azabache engomado y labios rojísimos.

Se acerca mientras una nube de gente revolotea a Karen y deja a este “hembrón” en el monótono acto de repartir tarjetas. 

IGOR: Hola. Alguien quiere integrarse a la manada (chiste malo). 

MOANA: Bueno, eso es asunto de cada empresa, ustedes forman sus equipos… IGOR: A mí me gustaría formar un equipo contigo… o donde tú estés [risas]. 

Todo esto con la afabilidad adecuada, y una rápida toma de la tarjeta, se transforma en un flirteo descarado que Karen no ignora aunque se hace la pendeja. De vez en cuando Moana mira con aprehensión a Karen y luego voltea esos ojos caoba hacia Igor, electrizándolo. 

IGOR: Me gustaría verte. 

MOANA: Ya yo no vuelvo más, tengo que estar en la oficina. 

IGOR: Pues te busco en la oficina. 

Y así ocurre. Le invita un café. Se vuelven a ver en el cierre del taller (una semana después), copas de vino en la mano. Karen se da cuenta, sobre todo cuando -camino al baño- ve a Moana entrelazando labios y lengua con Igor. Aunque pone un rostro severo, no disimula que le ha gustado mirar aquello. 

Al principio Moana sutilmente rechaza las invitaciones de Igor y le manifiesta por teléfono su temor de que Karen sepa que salen. Pero nada que una cena con clase no pueda arreglar. Se hacen amantes sin amor o solo un poco. Sexo salvaje que deja sus marcas: poderosos rasguños en su espalda que al día siguiente le pican horriblemente durante una reunión con proveedores. Siguen viéndose y mientras Igor hace intentos de humanizar la relación, de darle algunos toques de convivencia, se sorprenden de cuánto énfasis en dejarlo en “solo sexo” pone Moana. 

— Cógeme nada más, eso sí, dame durísimo. 

Igor se esmera sin duda, pero el volcán momentáneo salpica ráfagas sobre el espacio intermedio. (O comienza a pensar fuera del pene o su corazón toma partido). 

Una vez va intempestivamente a su apartamento (algo que han convenido no hacer) y encuentra a Moana con Yarizza inmersas en algún tipo de intimidad. Otra noche -sin proponérselo- ve a una de sus colegas de Hamfton saliendo de un local nocturno de manos de un joven fornido que no es su esposo, sino un asistente de Karen.

A finales de año el Director Regional hablaba con Igor sobre el plan estratégico. El jefe abandona por un momento su escritorio dejando a nuestro héroe solo frente al iPhone del jefe. Con un dedo lo gira levemente: un mensaje privado de Karen en la pantalla: “Insolada todavía por la playa. Esperemos hasta el viernes”. Y el jefe muy bronceado… 

Un día en los pasillos de la empresa Igor se cruza con una apurada Karen, la mismísima, quien al verlo se detuvo y lo “cercó” contra la pared. 

KAREN: Me estás echando a perder a la muchacha. 

IGOR: ¿Por qué? 

KAREN: Por mezclar la diversión con el trabajo. 

IGOR: Hay cosas que no son diversión. 

KAREN: Somos Consultoras Corporativas. 

IGOR: Es algo privado entre ella y yo, no tiene por qué mezclarse con el programa. 

Intenta hablar con Moana, luego del sexo, pero aquello le parece a ella una absurda paranoia sin fundamento. E Igor sigue: por qué esto, por qué aquello. 

MOANA: Así no sirve. 

IGOR: Hay algo raro con Karen… ¿tú tienes algo con Karen? 

MOANA: Todas tenemos algo con Karen. 

IGOR: ¿Viste? Lo sabía. 

MOANA: Pero sin sexo, hombre, qué primitivo eres. Karen es la mamá de todas nosotras, nuestra gurú. 

Igor sigue torturado por una genuina atracción hacia Moana y una mirada capciosa a las actividades de AltoEgo. Se le ocurre que los talleres y otras actividades eran una tela de araña, en la que animales, sobre todo machos, quedaban atrapados (y felices de estar allí todos empegostados), mientras la Viuda Negra cebaba su banquete. Una muy sofisticada red de prostitución ejecutiva, cuando menos. 

Pasa días molesto con Moana. Ve inminente una ruptura. La llama y esta vez Moana le contesta con sorpresiva sensualidad y cariño. 

MOANA: No somos putas. Pero sí, te mentí, negué que Karen y yo tuviéramos algo. Ella tiene algo con todas las chicas, con las que ella quiera. Nosotras podemos tener sexo con

otros si Karen lo aprueba y contigo no lo aprobaba. Porque “te vio primero” ¿entiendes?, tú la ignoraste y viniste directo a mí. Eso no le gustó, que yo no te cedí. 

IGOR: ¿Yo le gusto a Karen? 

MOANA: ¡Por Dios, te comería vivo! Así que te aprueba con una condición, que nos demos un trío de dos días seguidos. Tú y nosotras dos. ¿Te he contado de la sauna en casa de Karen? 

IGOR: No pero… así se arreglan los problemas, mi bella. 

MOANA: Pues al compartirte ganamos todos. A mí no me importa. Los quiero a los dos. 

3. 

Recoge a Moana, ni una palabra sobre el encuentro (como debe ser cuando uno sabe qué va a ocurrir). 

Llegan a un espectacular apartamento. Karen maquillada y voluptuosa como Moana, los recibe con copas de champán y toman unos tragos, Karen invita un joint y se sientan firmemente apretadas contra Igor, a derecha y a izquierda. Líneas de cocaína. Moana lo besa apasionadamente y lo invita a degustar mejor el trago. Karen le besa el cuello, toma su mano y la lleva a sus pechos, besa apasionadamente la boca de Karen. 

Igor no disimula una clara erección, que Karen acaricia mientras entrecruza su lengua con la de Moana. Igor sopla el humo del joint a la boca de ambas y se une un besuqueo de tres lenguas que pronto será piel de tres. 

No obstante, se sumerge en un sopor atípico para un simple joint. En vez de levantarse para la ocasión, Igor siente que pierde control sobre sus piernas. Una bruma lo invade y se precipita en la alfombra. 

Gritos cortos, siluetas frente a él, un hombre que trata de escabullirse. Igor levanta los pesados párpados hasta la mitad. Es Guillermo Ostos, Director de Recursos Humanos de Hampfton, en calzoncillos tipo short y franelilla, lo acechan tres sombras que vibran en la distancia, femeninas por la silueta, una de ellas desnuda o semi desnuda. 

La escena parece una película psicodélica. Las mujeres le cortan el paso a Ostos, una lanza un alocado swing que falla. Acierta el siguiente. Ostos se desploma sobre unas sillas de mimbre.

Una hembra masiva, que nunca había visto, sale del cuarto y arrastra al Director de RR. HH. Igor respira apresuradamente, para darse energía. 

Karen se acerca y trata de inmovilizarlo. Igor se sacude, pero está desorientado. Karen lo embiste contra la pared con un jab de derecha. Moana le cae encima, lo sofoca, entre varias lo llevan a la sala. Es depositado sobre la alfombra en medio de humo, hienas, luces tenues, sale el mujerón y le aprieta el cuello firmemente contra el tapete. 

Se siente muriendo, súbitamente en el averno, olor a monte y perfume, casi una buena idea, cocaína que acelera la taquicardia de la creída agonía. 

Va y viene su conciencia. Ya no puede abrir los ojos, todo oscuro, perfumes mezclados con cannabis, bamboleo mientras lo sujetan. (En una ráfaga mental Igor siente que aquella forma de morir le parecía erótica en el fondo). 

Después del reverse gangbang hubiera sido perfecta… pero he allí que yacía en la sabana africana, atontado como los insectos con el veneno de las arañas, como un ox petrificado listo para ser devorado. 

Algo distrae a las cortesanas. En la habitación contigua acaban de liquidar a Ostos con un tiro silenciado en la cabeza. (Aquella noche aniquilan a dos machos disruptivos, que no respetaron la jerarquía de las hienas.) 

Ya se desharán de los cuerpos como han dispuesto de otros. Las asesinas, también y después de todo, están algo borrachas, de modo que Karen tropieza y se le cae la cartera, cerca de Igor quien abre los ojos buscando oxígeno, sintiendo que si cede al desmayo no despierta más. 

Y entonces detecta bajo el sofá un revólver caído junto a polveras y peines. 

El intervalo es minúsculo como las pantis de Moana y de Yarizza, y no sabe con qué fuerza… pero estira el brazo y logra asir la .48. Mientras tanto Yarizza lo trepa, esta vez para terminar de inmovilizarlo y que Karen lo liquide. 

Con lo que queda de fuerza aprieta el gatillo. El tiro hace un estruendo y le atraviesa el hombro a Karen y todas se alejan gritando. Mareado, con sombras que danzan, se levanta, apunta al azar y corre tambaleándose a la luz. Lo acechan, las repele agitando el revólver amenazante. 

La grande (Petra) lo apunta y con un simple movimiento lo pudiera abatir, pero Moana se interpone. La rodea. Igor se desploma en el sofá con dolor inconcebible, Petra se acomoda, dispara y el plomo le roza la oreja a Igor y le estalla la cabeza a Yarizza bañando de sangre una litografía cinética.

Karen es sostenida por sus asistentes, otras llaman al 911 y una grita desde el balcón pidiendo una ambulancia. Ya se siente la voz de vecinos afuera y sirenas de policía abajo. Matar a Igor sería ya muy mala idea, casi inconsciente en el piso, Karen lo prohíbe. Y ya no es necesario. El de Ostos ya sellaba el destino del clan. 

La policía entra violentamente y encuentra a Igor desmayado, dado por muerto al principio. Karen canta, ebria, ya contenida la herida que no era tan grave. Moana navega un camino de rimmel en sus mejillas. Ostos yace en una habitación, boca abajo, ejecutado. A su lado dos bolsas para cadáveres no usadas. 

4. 

Solo una circunstancia fortuita permitió desmantelar ese clan. A raíz del incidente Igor experimentó, digamos, su propia evolución mamífera. De musaraña a primate más avanzado, probablemente habilis, entendió mejor su puesto en la cadena alimenticia del deseo y del amor. 

Contra las hienas no se puede luchar. Acaso defenderse o huir. Al deshacerse de una, vienen más hasta que te obligan, si no te matan, a salir de la sabana hacia las cordilleras. 

Y así marchan hacia el hemisferio boreal por las llanuras desérticas. Dejando huellas en la tierra caliente, comiendo carroña o cacería, migrando y, para Igor, sabiendo que llegar al tope como el león solamente es posible si lo aprendiste de una hiena.

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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