Lo más trágico para el viejo Domingo Arocha es que al abrir los ojos vuelve a ver las mismas estrellas de siempre, a sentir el frío y escuchar el pasar imparable, punzante, de los carros. Y entonces, piensa, la comedia trágica de su cotidianidad se repite. Anda y anda y camina y mendiga y come lo comestible de la basura y bebe el agua de una fuente y cuando termina de reunir para la botella de ron se sienta bajo la sombrita a desplegar todo su repertorio imaginativo para ser aquello que nunca será en esas calles siendo como es un fracasado viejo decrépito que cuando se emborracha vive con los ojos cerrados lo que nunca vivirá viendo atento a las personas bien vestidas pasar de largo ignorando la mano negra que les extiende porque ellas saben que él todas las veces prefiere comprar ron a comida pues la comida se consigue en la basura mientras que el ron no.
Domingo Arocha es un importante piloto de helicóptero, antiguo militar y marino experto en el combate a mano armada y desarmada, haciendo un vuelo de emergencia desde Maracaibo a Carúpano. Ahí su pasajero, el presidente de la república, huirá en un avión, también piloteado por Domingo, fuera de Venezuela porque hubo un golpe de estado donde la oposición tomó el país a la fuerza amenazando de muerte al presidente que tuvo que huir de un evento en Maracaibo y que sigue vivo gracias al heroico Domingo Arocha que es estratega entrenado en esquivar los tiros de bazuca lanzados a su helicóptero mientras al mismo tiempo despliega drones con señales térmicas capaces de desviar los misiles. Domingo es un importante piloto de helicóptero hasta que un policía le hace abrir los ojos con una patada sumada a un carajazo por andar borracho en las vías públicas ahuyentando a los buenos ciudadanos que salen a pasear en familia.
Antes fue, quiero decir; fue de verdad, ingeniero de esos que no tiene ninguna rama tecnológica sino que se auto llaman ingenieros porque la palabra ingeniero quiere decir solucionar los problemas con ingenio y él se las ingeniaba todos los días para encontrar la manera de sobrevivir y no matarse hasta que la muerte le llegue por sí sola o hasta que esa gran carrera de ingeniero se acabara cuando su ingenio capaz de conseguir dinero haciendo negocios irrelevantes enflaqueciera viniendo sobre el la demencia senil de la vejez. El ingenio no se fue y la demencia, no senil, sino esa que pide plata, llegó de todos modos cuando Domingo se cansó y prefirió usar ese ingenio para ser cosas que nunca sería si tomara otro caminito distinto al de los sueños.
Ahora, a la fecha, ha vivido más que todos los vivos siendo un día médico otro actor o director o productor de cine y no olvidará jamás cuando tuvo un romance hasta su muerte (murió cuando el sol pegaba tan fuerte en su cara que le tocó despertarse) con la mismísima princesa de todo el mundo, que a él se le figuraba que tal cosa existía, aun cuando solo unos pocos fueses dichosos de conocer a esta princesa que en su imaginación parecía un ángel benevolente pues hasta se casó con el mismísimo Domingo Arocha, ingeniero hecho a las patadas, sin poner peros algunos. Cómo se deleitaba Domingo diciéndose: “Ay, qué placer tan grande se siente poder ser algo desde el instante de quererlo sin tener que trabajar años para conseguirlo”.
Domingo era feliz, de eso no hay duda ni deberá haberla porque hasta el mismo día cuando se encontró su cadáver real, aplastado por un árbol del parque Los Caobos que le cayó encima mientras él soñaba ser tarzán saltando de árbol en árbol bajo una tempestad impetuosa, su cara estaba sonriente mientras la otra mitad del cuerpo apenas si se podía conjeturar que toda esa carne aplastada pertenecía a un cuerpo humano.