Le pedí una pausa al tiempo y se detuvo el espacio entero! Volví hacia aquella procedencia de la que nunca me fui, pero nunca me sentí tan peregrina en mí. Sin embargo, expectativas en mano, me sorprendió:
-«¡Al fin tomas un descanso! ¿A quien persigues tanto? ¡Aquí no hay conejos blancos!»
En el acto entendí su sarcasmo y, sin ánimos de auto-proclamarme Alicia, argumenté: -«Yo sólo he venido para la hora del Té» -sonrió, como quién conoce cada versión de una misma explicación, y me dijo:
-«Aquí te hemos extrañado»
Pero…. Como me conocía tanto, dijo:
-«Dame tu mano […] No me sorprende que no me recuerdes, aquí te hemos estado esperando. Quiero mostrarle a tu lugar favorito que ya has regresado»
Y, de pronto, allí estaba […] contemplando, extenuada, tan inefable panorama celestial. Mi alma conmocionada no hallaba manera alguna de manifestar tal fascinación […] Y, entonces, lo descifré. Y evoqué aquellos instantes de los que ella platicaba. Tal inmaterial presencia, claro que había regresado. Y es que, ¿cómo pude siquiera haberme ausentado?