La advertencia.

La advertencia “si vas a Colonia no digas que me conoces” era tan, tan irremediablemente tonta que ella se dio cuenta de que se trataba de alguna clave, de algún significado oculto que desvelaría el porqué de su desaparición casi total desde hace dos o tres meses, desde agosto para ser exactos. 
Ella había repensado la frase casi que cien veces: “si vas a Colonia no te presentes como la señora PIRT PAM … porque todo se pudrirá” … ¡decirle eso a ella! ¡a ella que desconocía la adopción de apellidos masculinos a su esencia vital! O … al revés … ¡decirle eso a ella que quería conocer eso de la adopción de apellidos masculinos a su esencia vital! Algo raro se traía el señor PIRT PAM entre manos, algo oscuro y tenebroso, “oscuro y tenebroso” porque la advertencia tiene más que ver con oscuridad y muy poco con historias de princesas … 
Así, pensando y pensando, llegaba siempre al mismo punto: era tan azaroso encontrarse a alguien en Colonia a quien decirle “Hola, soy la señora de PIRT PAM” que seguramente el señor PIRT PAM le había enviado algún mensaje cifrado, claro, ella era especialista en fonética de idiomas desaparecidos, y quizás eso explicaba la llamada entrecortada que había recibido ese día … 
Pero, por más combinación de sonidos y letras que hacía no había sentido … había cambiado el orden de los elementos y así había conseguido las siguientes permutaciones: “Todo se pudrirá en Colonia con la señora PIRT”, “Si Colonia conoces, PAM se pudrirá” (¿acaso el señor PIRT PAM requería asistencia policial?) y unas cuantas combinaciones más como una en la que hacía coincidir  cada letra moderna con el alfabeto ruso y descubrir, quizás, alguna ruta que transitar. Al final, cada combinación era más incoherente que la otra … y así no avanzaba el caso de la desaparición del señor PIRT PAM. 
¿Qué había en Colonia que él no quería que ella conociera? Quizás esa la pregunta más obvia que había que responder antes de aventurarse en hipótesis complicadas y policiales … de secuestros y rescates y de … ¡ay! la palabra terrible e impronunciable … a b a n d o n o. ¿“Dónde estás señor PIRT PAM, dónde estás? ”
Decidida a recuperar sus noches de sueño, tomo ómnibus a Colonia, ciudad que ella no conocía … dibujó en una bitácora los sitios que el señor PIRT alguna vez le había descrito con emoción, anotó los pocos nombres que él mencionó (extraño, tomando en cuenta que había vivido en ese país por unos cuantos años) e intentó analizar las otras desapariciones del señor PIRT PAM. La de la ciudad de Tenochtitlan era la más llamativa de todas; aquella mañana, en la que le advirtió que debía retirarse casi que inmediatamente del país de los carteles y los mariachis … esa mañana (apenas 24 horas después de su llegada y de 86 horas traviajando para llegar), PIRT PAM se veía preocupado, inquieto, como perseguido por pensamientos agobiantes, inconexo, hablaba de audiencias y compromisos económicos … y ahora que lo recordaba con frialdad, regreso a su mente el ofrecimiento de dejarle la camiseta de Coltrane … ¡cómo no lo entendió antes! COLTRANE! COLTRANE: COL, COL … Colonia … allí había empezado todo: el misterio, el silencio, los móviles olvidados, el me fui a casa de unos amigos latinos a ver el partido de futbol y no pude llamarte amorcito, estoy hasta las manos de trabajo … desde allí se había empezado a tejer la red de intrigas y zozobras que culminaban en Colonia, sí señor, porque ya no se podía esperar más …
“Si vas a Colonia no digas que me conoces, porque todo se pudrirá” … era la verdadera brújula, por lo que con la frase como guía emprendió marcha a la hermosa ciudad otrora portuguesa
Empezó por los lugares de venta de chismes como collares, zarcillos, pulseras, cuadros, y tantas cosas raritas que a ella le gustaban y que el señor PIRT PAM sabía que a ella le gustaban … “es una señal segura” … había tres lugares que reunían esas condiciones, todos eran administrados por mujeres mmm ¡más claro no contaba el gallo! Todo encajaba con el señor PIRT PAM … que para misterioso nunca había perdido el tiempo … 
El primer sitio era hermoso, sencillamente, se parecía mucho a ella, sobraban adornos étnicos y chismes antropológicos … retratos de lugares del mundo a los que ella había querido viajar, unas butacas comodísimas para descansar los pies. Estaba claro que el señor PIRT PAM la había mandado a ese lugar casi que con los ojos cerrados. Disimuló querer comprar algo muy caro que ameritaba la evaluación de la dueña y cuando esta salió, sorpresa: apareció una mujer ni flaca ni gorda, alta, de unos 50 años, hermosa todavía, manos flacas, muy flacas, dientes grandes, naturales, algún dia se los habría arreglado con aparatos médicos pero ahora estaban en un ligero desorden tan natural y espontáneo como la sonrisa que le regaló … y apenas en pocos minutos demostró su buen gusto y conocimientos por las cosas étnicas bien cotizadas. Sin saber muy bien qué preguntar ni qué decir … y como pudo, le comentó a esta mujer que un amigo le había recomendado ese sitio, “bueno, amigo no, más bien un conocido”. “¿Sí? Quizás recuerde su nombre, nunca olvido a un buen visitante” Balbuceando pero decidida pronunció “el señor PIRT PAM” … la mujer guapa de 50 sonrió y dijo, “claro, mi marido … mi marido”. Como pudo, tomo el paquete de collares y salió, nerviosa, no podía entender nada, nada, quería llorar, quería reír, y quería putear al señor PIRT PAM que la había puesto en esta difícil tarea de explicar su desaparición. ¡Ahora sí llegaría hasta el final! ¿Qué se ha creído este hombre?
El segundo sitio al que acudió era pequeño, desordenado, mezclado con tazas, cuadros hermosos, libros y libretas. Se parecía a ella, tanto como el anterior. Estaba claro que el señor PIRT PAM la había mandado a ese lugar casi que con los ojos cerrados. Libros encima unos de otros, recortes de prensa que salían entre las páginas, fotos genuinas, servilletas de colores … Ella estaba fascinada, aquel sitio era más mágico que el anterior … por qué, por qué el señor PIRT PAM le había advertido de que no fuera a Colonia … Disimuló la fascinación artística que le provocaba el lugar y se hizo interesada en un viejo libro, usado, de un escritor venezolano, un tal Uslar Pietri  que sorprendentemente estaba en Colonia ¿es esta la clave final? se preguntó 
… y haciendo como si dudaba entre ese libro y unas fotos antiguas de algún paraje natural, preguntó por la encargada o dueña del lugar. Pocos minutos después salió a su encuentro: apareció una mujer ni flaca ni gorda, de unos 50 años, hermosa todavía, manos flacas, muy flacas, alta, dientes grandes, naturales, algún día se los habría arreglado con aparatos médicos pero ahora estaban en un ligero desorden tan natural y espontáneo como la sonrisa que le regaló … ella se quedó muda, muda de solemnidad, ahora si no entendía nada, miró hacia afuera pensando en que quizás había entrado al mismo lugar por otra puerta, pero esta mujer no la reconoció, no hizo gesto alguno de sorpresa, no hubo “¿Usted otra vez?” Como pudo pregunto a esta mujer si ese libro era interesante y si el autor era conocido … la mujer la miraba con atención y empatía, era hermosa en una dimensión que no se puede describir fácilmente, y en un momento, con educación firme pero amable dijo: “disculpe, el libro me lo regaló mi marido hace mucho tiempo, lo tengo allí para releerlo de vez en vez, pero no está a la venta …” “Ah …” y entonces con manos ligeramente temblorosas abrió las primeras páginas, no pudo leer la dedicatoria pero si vio claramente el trazo zurdo que decía: pirt pam … Dejó el libro sobre lo primero que encontró, se disculpó y salió huyendo de ese lugar. ¡Ahora sí desconfiaba completamente del señor PIRT PAM! Ya no podía entender quién era y dónde estaba. Recordó cómo lo había encontrado después de tantos años, cómo le había hablado de su vida viajando de país en país, de continente. Es cierto, le habló de sus padres y amigos conocidos por ambos, pero siempre fue él el que tomó las iniciativas del encuentro, ella desconocía la dirección exacta de su domicilio, nunca pudo llamarlo por teléfono (siempre estaba en videoconferencias) … y así, fue cayendo -como en la película esa, esa, en la que el más malo de todos parecía el más inofensivo …. Así, todo lo relacionado con el señor PIRT PAM era misterioso …  Quizás ese email en el que le decía “si vas a …” era falso. Él no quería que ella fuera a Colonia para que no descubriera sus mentiras, sus engaños, sus falsas promesas de amor (todo en frases hechas, porque así parecía) o la razón de por qué había desaparecido… Ya no podía seguir más, pero debía terminar lo que había comenzado, por ella, por ella, debía ir al último lugar de Colonia a descubrir la verdad.
Más pequeño que los anteriores, en el tercer sitio había apenas unos cuantos muebles finos pero viejos, de buen gusto, sencillos, las cosas hermosas no buscan llamar la atención … en las paredes: nada, no había objetos, apenas dos alfombras para comodidad de los visitantes y la música … la música llenaba todo, ocupada las paredes, los espacios, la puerta. Ella reconoció la melodía pero no podía hablar, no podía creer que sonara Coltrane, creyó que el señor PIRT PAM había tejido una prueba absurda y onírica de señales y señas para que ella lo buscara y lo encontrara, y que eso es lo que sucedería en pocos minutos. No había nada para preguntar, nada para comprar, nada por disimular, había llegado la hora de la verdad. Se acercó a un pequeñito mostrador y allí se disponía a preguntar ¿hay alguien? Cuando reconoció en una foto al señor PIRT PAM y a ella, a esa mujer, a la mujer ni flaca ni gorda, de unos 50 años, hermosa todavía, alta, manos flacas, muy flacas, alta, dientes grandes, naturales, algún día se los habría arreglado con aparatos médicos pero ahora estaban en un ligero desorden tan natural y espontáneo como la sonrisa con la que aparecía en la foto … En la esquina derecha inferior, con trazo zurdo, aparecía una pequeñita nota: ¡Por fin juntos en Colonia! Debió haber palidecido a niveles de médico, casi se desmaya, buscó  cómo no caer cuando vio salir a ese hombre alto, fuerte, algo rubio, dientes bonitos (también naturales), ese hombre … ese hombre … y cuando caía al suelo, desmayada de tanta confusión, oyó al señor PIRT PAM decir: “amor, por fin llegaste, en qué has estado perdiendo el tiempo, flaquita …”

Irania Malaver

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