Delinea un par de rayas perfectas sobre el falo erecto, obviando los latidos de la gran vena férrea, cordillera irregular que recorre el miembro con su caudal hematológico y compite ventajosamente en grosor e hidrografía con el conducto espermático. Alojada cada línea en la fosa nasal correspondiente, su lengua borra ahora minúsculos rastros de coca, bálano arriba, tallo abajo, con reiteración de máquina manufacturera que evita el campo minado –Guantánamo escrotal– de los testículos despeinados en sus púas de vello púbico. Motín de semen en borbotones epilépticos. Pateras espermáticas traspasan fronteras varias. Intemperie de aire acondicionado congela las tropas de renacuajos desahuciados sobre las fibras sintéticas de la alfombra oprimida por ambas rótulas.
¿Se cuestionarán millardos de espermatozoides el modo en que acaban sus prácticas de natación? Intestinos, alfombras o la pecera del preservativo. Castas privilegiadas por los sorteos del karma surfean en saliva o naufragan en muelas careadas. Excepcionalmente, alguno emprende el tour uterino. Las sobras seminales siguen las instrucciones del suicidio en masa. Hordas prostáticas proclives al harakiri. Caldo de cañón pélvico, publicitan los reclutadores en el lenguaje del que desalojaron a Shakespeare. UNCLE DICK NEEDS YOU. AND YOU. NOT ONLY YOU. & U2. Blancos asigna2. Testosterona fundamentalista pontifica con infalibilidad vaticana jardines edénicos poblados de vírgenes adosadas a hímenes feroces, floristería carnívora, enredadera amazónica de clítoris vegetales, símil de pantano, metáfora de arena movediza.
Y sin embargo –en los puntos más frágiles del mapamundi– sobran supervivientes saqueando geografías no cartográficas.
Ocho de cada diez donantes son rechazados. En Madrid pagan 56 euros por cada eyaculación con un mínimo de cuarenta millones de espermatozoides de alta movilidad y sin anomalías morfológicas. En California el casting seminal elegido se tarifa en sesenta dólares por sesión masturbatoria. Aquí en Caracas promedio un par de millones mensuales como proveedor confiable de cuatro institutos de fertilización in vitro. Depósitos directos del banco de semen a mi cuenta corriente cuya liquidez dosifico a través de mi tarjeta de débito con su banda magnética deshilachada.
Con idea de agregar cierta trascendencia a mi vida, pretendo validar la relación directamente proporcional entre la adicción a las putas y el cultivo de la filosofía en mayúsculas. La ausencia de datos relevantes en torno a su sexualidad, me exige excluir a Stirner. Chateando entre ellos, Nietzsche, Cioran y Sartre protagonizan mi tesis.
—Las putas son orificios AVAILABLES, en el idioma del austero Russell.
—Los orificios son pupilas del averno.
—El santo orificio que inquiría la iglesia chamuscando adversarios.
—A ver, Jean Paul, con tu óptica minusválida y estrábica.
—Filosofía dilatada por fórceps.
—Existencialismo puñetero.
—Putañero, te preciso.
—Me orificio, luego existo.
Me complace pensar que soy descendiente de Cioran, su hijo del trópico, enésima generación de ficticios emigrantes rumanos desprovistos de parentesco con Kafka (detesto la entomología). Que voy desperdigando sus silogismos lúcidos y amargos en mis donaciones seminales tarifadas. Que nuestro ADN compartido se hace verbo en carne viva y verbigracia espermatoxoides(sic) parlantes –consecuentemente dotados de aparatos fonadores por las leyes de adaptación de la especie– que verbalizan su anonimato massmediático, su nihilismo virtual, su escepticismo tiernamente nauseabundo, su “tedio vitalicio que opera prodigios”, ensayo parafraseando a Emil-eme, filósofo predilecto después del stirneriano Max, aunque superior en mi ranking al estrábico Jean Paul o al sifilítico Federico. Okupas rumanos, franceses y alemanes que invaden la torre de babel sin permiso de habitabilidad, documento de propiedad ni contrato de arrendamiento a la vista. Ascensor dañado eternamente, advierte un grafitti de tintes evangélicos. Prohibidos traspasos y permutas, reza una valla de contundencia bíblica. Mascotas con ideas propias, abstenerse, anatemiza la conserje. ¿Será la Antártida el banco de semen congelado de dios, previendo divinísimas dimisiones?
(Este relato forma parte del conjunto de relatos “El corazón es una mala metáfora”, que se han venido publicando digitalmente).