In_imidan_e.

In_imidan_e
Javier Miranda-Luque

No la contiene mi nombre ni apellidos. Intento no escribirla o pronunciarla. Aunque para explicarme me vea obligado a hacerlo. Muy a mi pesar. Metáfora de sufrimiento. Mayúscula o minúscula, en la tipografía que sea, es la cruz del alfabeto. Lápida que emerge entre el césped de vocales. Ave del mal agüero. Desfachatada consonante que estigmatiza las palabras con presagios de finitud írrita e intolerable.
Signo trágico –el vigésimo tercero– que se extiende desde la página 1927 hasta la 2042 del DRAE, contemplando onomatopeyas percusivas e, inclusive, el sonido “turuturiano” de la corneta. Tenía que ser de articulación dental, oclusiva y particularmente sorda a mis temores (prejuicios, sí, y por ende, limitaciones y reclamos).
Aúllo, entonces, por sinónimos a los que no siempre accedo. Y me expreso raro. Inusual. Bizarro. Rebuscado. Entre las cruces del lenguaje prefiero a la equis. Quizás porque es bípeda y me resulta más confiable, dada su semejanza. Exenta de significados oscuros e inquietantes. Así, pues, que a aquella innombrable la he desterrado.
Renuncio a ella. Es terrible. Casi todo la tiene. Muerte y tumores trajinan con su carga. También ataúd y tanatorio. Tan terca, tremendista, trágica. Pretenciosa puta omnipresente. Desierto teocrático. Una vez contagiado irreversiblemente e instalada en mí tal fobia, me divorcié de mi primera esposa ya que ostentaba de manera obscena la “letra” proscrita por mi psique en sus apelativos y gentilicios.
A mi amigo Tomás, lo he rebautizado “Omás”, reduciéndolo a un cero positivo (0+).  Me encuentro ahora mismo rescribiendo el diccionario. La taberna, por ejemplo, ha devenido en bar: sitio público de socialización popular donde se expenden bebidas. El trabajo es apenas labor. Todo teatro se convierte en escenario. Un tabulador diagrama en columnas regulares. Los tácitos y taciturnos pueden guardar silencio logrando el bajo perfil deseado.
La escatología es verborrea que enriquece la expresión con el color local del usuario. El tael, por fuerza mayor, variará su denominación  gramatical (más no su peso de 39 gramos y 537 miligramos exactos). El tafetán seguirá engalanando a las féminas proclives a la seda. Los taínos, literalmente extintos, sobreviven como aborígenes oriundos de ínsulas caribeñas. El talento, además de moneda imaginaria de los griegos, se impone por lo que es: capacidad para el desempeño con especificidades varias.
A Aquiles se les extirpará, amputará, cortará seccionará, su dichoso talón y, con él, desaparecerán sus debilidades. Talla: medida. Tamanaco: cacique criollo, vernáculo. Tamaño: dimensión. Tango: género musical que renace con la muerte de Gardel. Temblor: sismo. Tentación: sexo que sucumbe a sí mismo. Texto: sucesión de signos impresos, presos en el papel. Tinta: indeleble sangre de calamar, carcelero conceptual, justificación de la tala ecocida de las selvas del planeta. Testículos: par acéfalo. Totalitarias: las tremendistas letras cruzadas que todavía se me escapan. Tambalear: desequilibrarse. Y así sucesivamente. Libros, anuncios, tablones, carteles: en cualquier superficie donde veo esa letra, la tacho. Borrón y cuenta nueva para un mundo sin huellas de cruces tipográficas.
Presumo que Gutenberg, en silencio, agradece mi tarea titánica. La imprenta puede ser mausoleo, pero nunca jamás cementerio de abalorios. Ejerzo, en solitario, una insomne cruzada de eutanasia: diestro en instrumental odontológico, extraigo una y otra vez la ignominiosa muela careada de teclados incesantes que mis dedos insisten en presionar, eternizándose en el vicio.
Si hasta he desarrollado una argucia informática (radical, pero inevitable) en la que mi computadora selecciona y extermina automáticamente la inscripción consonántica que me obsesiona, sustituyéndola por un espacio en blanco que la condena al vacío, execrándola del universo que –renominándolo– me empeño en edificarme. Mi aventajado método optimiza la lectura, agudiza nuestro ingenio, nos ahorra ciertas voces con austeridad preclara, ennoblece los párrafos. Cual evidencia, invoco mi derecho irreductible a demostrarlo:


“No la con_iene mi nombre ni apellidos. In_en_o no escribirla o pronunciarla. Aunque para explicarme me vea obligado a hacerlo. Muy a mi pesar. Me_áfora de sufrimien_o. Mayúscula o minúscula, en la _ipografía que sea, es la cruz del alfabe_o. Lápida que emerge en_re el césped de vocales. Ave del mal agüero. Desfacha_ada consonan_e que es_igma_iza las palabras con presagios de fini_ud írri_a e in_olerable. Signo _rágico –el vigésimo _ercero– que se ex_iende desde la página 1927 has_a la 2042 del DRAE, con_emplando onoma_opeyas percusivas e, inclusive, el sonido “_uru_uriano” de la corne_a. _enía que ser de ar_iculación den_al, oclusiva y par_icularmen_e sorda a mis _emores (prejuicios, sí, y por ende, limi_aciones y reclamos). Aúllo, en_onces, por sinónimos a los que no siempre accedo. Y me expreso raro. Inusual. Bizarro. Rebuscado. En_re las cruces del lenguaje prefiero a la equis. Quizás porque es bípeda y me resul_a más confiable, dada su semejanza. Exen_a de significados oscuros e inquie_an_es. Así, pues, que a aquella innombrable la he des_errado. Renuncio a ella. Es _errible. Casi _odo la _iene. Muer_e y _umores _rajinan con su carga. _ambién a_aúd y _ana_orio. _an _erca, _remendis_a, _rágica. Pre_enciosa pu_a omnipresen_e. Desier_o _eocrá_ico. Una vez con_agiado irreversiblemen_e e ins_alada en mí _al fobia, me divorcié de mi primera esposa ya que os_en_aba de manera obscena la “le_ra” proscri_a por mi psique en sus apela_ivos y gen_ilicios. A mi amigo _omás, lo he rebau_izado “Omás”, reduciéndolo a un cero posi_ivo (0+).  Me encuen_ro ahora mismo rescribiendo el diccionario. La _aberna, por ejemplo, ha devenido en bar: si_io público de socialización popular donde se expenden bebidas. El _rabajo es apenas labor. _odo _ea_ro se convier_e en escenario. Un _abulador diagrama en columnas regulares. Los _áci_os y _aci_urnos pueden guardar silencio logrando el bajo perfil deseado. La esca_ología es verborrea que enriquece la expresión con el color local del usuario. El _ael, por fuerza mayor, variará su denominación  grama_ical (más no su peso de 39 gramos y 537 miligramos exac_os). El _afe_án seguirá engalanando a las féminas proclives a la seda. Los _aínos, li_eralmen_e ex_in_os, sobreviven como aborígenes oriundos de ínsulas caribeñas. El _alen_o, además de moneda imaginaria de los griegos, se impone por lo que es: capacidad para el desempeño con especificidades varias. A Aquiles se les ex_irpará, ampu_ará, cor_ará seccionará su dichoso _alón y, con él, desaparecerán sus debilidades. _alla: medida. _amanaco: cacique criollo, vernáculo. _amaño: dimensión. _ango: género musical que renace con la muer_e de Gardel. _emblor: sismo. _en_ación: sexo que sucumbe a sí mismo. _ex_o: sucesión de signos impresos, presos en el papel. _in_a: indeleble sangre de calamar, carcelero concep_ual, jus_ificación de la _ala ecocida de las selvas del plane_a. _es_ículos: par acéfalo. _o_ali_arias: las _remendis_as le_ras cruzadas que _odavía se me escapan. _ambalear: desequilibrarse. Y así sucesivamen_e. Libros, anuncios, _ablones, car_eles: en cualquier superficie donde veo esa le_ra, la _acho. Borrón y cuen_a nueva para un mundo sin huellas de cruces _ipográficas. Presumo que Gu_enberg, en silencio, agradece mi _area _i_ánica. La impren_a puede ser mausoleo, pero nunca jamás cemen_erio de abalorios. Ejerzo, en soli_ario, una insomne cruzada de eu_anasia: dies_ro en ins_rumen_al odon_ológico, ex_raigo una y o_ra vez la ignominiosa muela careada de _eclados incesan_es que mis dedos insis_en en presionar, e_ernizándose en el vicio. Si has_a he desarrollado una argucia informá_ica (radical, pero inevi_able) en la que mi compu_adora selecciona y ex_ermina au_omá_icamen_e la inscripción consonán_ica que me obsesiona, sus_i_uyéndola por un espacio en blanco que la condena al vacío, execrándola del universo que –renominándolo– me empeño en edificarme. Mi aven­_ajado mé_odo optimiza la lec_ura, agudiza nues_ro ingenio, nos ahorra cier_as voces con aus_eridad preclara, ennoblece los párrafos. Cual evidencia, invoco mi derecho irreduc_ible a demos_rarlo.”

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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