SNIPER
Javier Miranda-Luque
—Me disparas con muchísimo cuidado. Ya sabes, en el muslo derecho. Obvia la ingle y la rodilla. Apunta equidistante para que ni te acerques a la femoral. Yo no me pienso desangrar en medio de la manifestación. Coño, gran carajo, mira que estás demasiado bien pagado, así que asegúrate de que soy yo a quien le pegas el balazo. Me identificas positivamente y haces blanco en mi pantalón amarillo. Amarillo que las cámaras de la tele inmortalizarán tiñéndose con mi sangre. Sangre de líder. De héroe patrio. Después repartes una docena de proyectiles al aire. No sé, rompe algún farol. Quiebra unos cuantos vidrios. Para que la gente a mi alrededor se cague de miedo y corra aterrorizada. Que alfombren la calle con sus cuerpos dando alaridos. Mientras yo, de pie, avanzo. Dificultosamente, pero avanzo. Destacándome altivo entre una multitud de anónimos cobardes. Rato después se me acercan los periodistas. Y yo, en close-up, declarando. Oportunamente, me pasaré una mano ensangrentada por mi rostro. Esa imagen será mi bandera. Y mi afiche de campaña. La frase tengo que inventármela y repetirla. “Un pueblo decidido avanza de pie hacia su destino y las balas escupidas cobardemente por el enemigo apenas demoran nuestra marcha. Pero heme aquí, firme y decidido para alzar la voz contra la infamia. Alzar la voz de un pueblo herido, herido en su dignidad pero valiente y decidido a enfrentar su vocación gloriosa. Aquí estoy para encarar con valentía lo que el pueblo me encomiende. Dios y la patria tienen en mí un peñón erguido. Y el sol no me enceguece. Ni las sombras me perturban. Ni la lluvia me amilana. Porque no hay peligro que debilite mis convicciones. Y mi convicción es la patria. Avanzar, de pie, avizorando el mañana”. Entonces, ya sabes: justo cuando lleguemos al centro, con toda la prensa concentrada, haces un delivery de varios tiros al aire; esperas que la gente se lance al piso y, en el momento preciso en que me tengas a mí solo de pie, en la mira, me disparas un balazo, limpio, contra mi muslo derecho. Recuerda: yo soy el único héroe y mi sangre brava es la única derramada. No quiero ninguna otra víctima que me vaya a robar cámara. ¡Así que, por más que te provoque, cuidadito con acertarle a más nadie!
Un tweet mío publicado ayer, que contenía una breve cita textual de este relato, ha disparado casi un millar de "interacciones" que se han traducido en un sustancioso porcentaje de visitas a este portal narrativo.Puñeteramente caprichoso ha sido el azar al coincidir con la balacera caraqueña devenida en plena autopista del este, linkeando una cosa con la otra…