Javier Miranda-Luque
Entonces dormimos, mínimo, hasta el mediodía y dejamos de beber, pero que ni una puta cerveza, al menos 48 horas antes. Apenas nos permitimos cafeína y nicotina de manera dosificada. Cabeza despejada y pulso firme es lo que precisamos, aparte de neuronas y cojones full sinapsis.
Ese viernes 31 esos grandescarajos cierran poco después del mediodía y no abren hasta el lunes 3 de enero a primera hora. Todo ese güékend dejan de vigilantes privados a los hermanos trogloditas polacos que no tienen parientes que los extrañen. Y lo bueno es que ese par de bróders beben cual cosacos all day long y se atiborran de sus estofados hediondos sin asomar sus narices fuera de la joyería.
O sea, justo a la medianoche, al abrigo del estruendo megapoliédrico de los tumbarranchos y cohetones que Mireya & Douglas van a (e)star encendiendo como histéricos tercermundistas, nosotros emprendemos la detonación controlada de los explosivos que hará caer el techo sobre la bóveda.
Simultáneamente suspendemos el suministro de electricidad e internet que evitará cualquier intento de comunicación de los polacos con el exterior de la joyería. Mireya & Douglas hacen un bis de fuegos artificiales híper-decibélicos y nosotros ya habremos hecho la extracción de todos esos abalorios refulgentes.
Todo acceso a la joyería estará sellado con hermetismo inexpugnable. Nadie entra. Nadie sale, ¿vale? Uno, tras otro, en un loop eterno y recalcitrante, los éxitos bailables de Los Melódicos, himeneados por Diveana, marcarán el ritmo de nuestra evasión.
Ayyyy
Papachongo
Dame un beso
De cerezo
Ay, cosa rica
Que lo atiza
Tus caricias
Ayy ayy
Papachongo
Por tu boca
Yo estoy loca
Ay caramelo
Por tu cuerpo
Yo estoy muerto
Dame un beso
Sí sí
Dame un beso
Eso eso
Papachongo
Ongo ongo
Ongo ongo
Papachongo
Ongo ongo
Ongo ongo
Ay, papachongo
Yo te quiero, caramelo
Dame más
Dame un poco más
Si tu me quisieras más
Yo te daria todo mi cuerpo
Todas mis caricias
Un poco más
Dame dame un poco mas…