⚾ Las camisas de Pete

Pese a que a Pete ya tenía algunos meses en Caracas, en los pequeños detalles se podía saber que todavía no había abandonado ciertas costumbres de la sociedad norteña, no se había adaptado pues, como se dice hoy. No era que seguía poniendo cara de asombro al ver nuestros hotdogs o que hubiese tantos fanáticos de los equipos rivales en el home stadium. No, eran esas costumbres tan normales que uno nunca piensa que deba abandonarlas por más que se cambie de ciudad e incluso de país.

Pete se bajó del taxi que le llevó al hotel como siempre hacía al terminar cada partido en casa, se colgó el bolso de deportes al hombro y, puso la maleta de rueditas horizontalmente y con mucho cuidado en la acera para pagar la carrera. Todavía no se había acostumbrado a nuestras maneras, siempre pagamos antes de bajarnos y jamás dejamos la maleta en la acera en media noche, bueno tampoco en pleno día.

Sucedió rápido, no vio quién le arrebató la maleta porque se distrajo peleando con las manos que le quitaron la cartera y le fracturaron el meñique en el fugaz combate. El taxista apenado por la mala suerte del importado aceptó como forma de pago por sus servicios dos pares de guantines de bateo, esta vez sin autógrafo porque el dolor del dedo le impedía escribir.

God damned! Maldijo en la acera frente al hotel no solo porque había puesto mucho esmero en doblar aquellas camisas, de hecho, en la maldita maleta solo había puesto las camisas, el resto de su ropa la llevaba en el bolso colgado al hombro, para que no tuvieran ni una sola arruga. Ahora su cita con la guara que siempre seguía a los Cardenales cuando venían a la capital -ese tipo de chicas imposibles de encontrar en su país natal- corría el peligro de ser menos impactante, no tenía ni una camisa decente solamente la franela de Fondo Común que le regaló el sponsor.

El meñique no era un problema, unos días de baja, que con descanso por si solo soldaría el hueso. No compadre, que ese gringo cobra mucho, que le pongan un yeso y a jugar, que peligra el campeonato y no estamos para tonterías, si fuese un fémur lo comprendería, pero es un puto meñique, ¡nadie usa ese dedo!, solo sirve para tocar el arpa y ese muy llanero no parece, hasta dicen que el hombre evolucionado lo perderá, que juegue esta noche. Gritó uno de la directiva por teléfono dando instrucciones al médico del equipo.

Pero Pete estaba triste, antes de salir por la puerta del hotel le dijeron en recepción que la guara ya le había llamado dos veces y dada la mala noche que se llevó no quisieron molestarlo pasando las llamadas.

No tenía tiempo para ir de compras, debía ir a ponerse un yeso, entrenar un poco el bateo con esa cosa en el dedo y además no sabía adónde ir, no conocía la ciudad porque nunca salía del Hilton. Total, que se le fastidió la semana con la guara.

Vitico lo miraba triste en el dogout, pobre gringo le duele el dedo y no podrá batear como antes y establecer el nuevo record de carreras empujadas, qué pena me da.

Guat de mater fren? Duele very much finger? Oh, no, not at all, it’s other cosa que pasa a mi. Qué fue, desembucha, What?, Que you say to me tu problema Pete. Ah, ok. No ropa, robar ropa de mi, Cómo es la vaina?, robar ropa tener no shirts. ¿No tienes camisas? No, zero. Don güorri fren, waitaminut.

¡Armas! Ven pa’cá. ¿Qué fue Vitico? A este carajo le robaron la ropa ayer, todas sus camisas, tú que hablas Inglés dile que no hay ningún problema, que por ser gringo y no escuchar Radio Rumbos no sabe como es la vaina. ¿Qué vaina Vitico? ¡Coño Tony!, olvídalo, dile que si batea un jonrón ya no tendrá que comprar camisas en un año, incluso dos si no es muy fino el catire este. Ta bien le explico todo. Pete, come giar, mira you jonrón y guan year shirts for you. What? You tunai jonron y shirts guan o tu year. Pete solo murmuró desde su tristeza un simple what?

Disculpen que no tenga tiempo para poder seguir el relato de Pete, tampoco quiero hacer un spoiler del final, mejor sepan lo que ocurrió esa noche desde una voz inolvidable y que es lo único real de esta historia.

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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