Tal vez sea la mejor novela de la llamada narrativa de la derrota, y esa distinción obedecería a varios factores: el reconocido talento del autor, el tono de su prosa, ajeno a la heroicidad y al reproche, y la identificación de una mayoría de lectores con la salida menos dramática del conflicto. Fue así como algunos comandantes y capitanes de la guerrilla, junto con otros dirigentes de las luchas urbanas, se convirtieron en nostálgicos habituales de Sabana Grande. Quienes conocimos la Gran Avenida, llamada con propiedad calle Lincoln, podemos dar fe de ello. Un periplo por el Chicken’s Bar, el BQ, La Bajada, Il Vechio Molino, etc, era un muestrario de la bohemia postbellum, de la aparición de la llamada izquierda erótica o izquierda etílica; fue una estupenda fuente para los escritores de entonces, una suerte de autocrítica festiva recitada ante las chicas absortas de emoción, en una parranda inacabable. Pero después emergió de las entrañas de Vulcania la calamidad del progreso. Las obras del Metro demolieron la calle Lincoln, los grupos de escritores republicanos decayeron hasta llegar a aquellos lamentables “amigos del presidente”, los intrusos y advenedizos salían adocenados de las estaciones del Metro, y se produjo la perversión del colectivismo, acabando así con esa primera añoranza revolucionaria, elitesca, provechosa y magnífica. La reedición del libro, fechada en septiembre de 2011 tiene 212 páginas distribuidas en 26 capítulos con títulos particulares. Los personajes básicos son: Ernesto, EL Gato, Guaica, Rodrigo, Henrique, Rafael, Patricia, Graciela, Mónica. La emisión se produce desde distintos ángulos y con variadas estrategias: protagonista, testigo, conversacional en segunda persona, omnisciente, y para bien, abundante en diálogos directos con la singularidad de que los parlamentos referenciales y la narración en segunda siempre se dirigen a un receptor femenino, a un colectivo o a sí mismo. No se sustrajo Gasparín, como le dicen al novelista sus amigos de época, al experimentalismo que les impuso Cortázar a nuestros narradores de los primeros años 70, pero lo hace con extrema ingeniosidad. Entre lo más original señalaríamos el guión de audiovisual para publicidad de un colirio, que se incluye en las páginas 163 y 164, y aun mejor, entre las páginas 87 y 100 se incluye una larga carta que le envía un lector al narrador, con nombre propio, haciendo una refutación del contenido del primer capítulo por un supuesto agravio, y cuenta su propia versión del incidente que funciona como motivación temática; muy bueno. Otro episodio que para nosotros es notable se titula “La dulce locura (V) o La importancia de llamarse Ernesto” que narra el probable intento de suicidio cometido por Rafael ante el abandono de Mónica, y el encuentro glorioso de ella con Ernesto, los protagonistas. Uno de los temas básicos de esta novela reside allí: las historias de romance y desamor, lo que llamábamos por entonces “sustitución dialéctica de pareja”. Anotaríamos finalmente como aporte la inclusión del Manual de Disparo de las subametralladoras Madsen, como parte del episodio final del plano referido a la guerrilla, con posiciones de fuego, disposición para la marcha o para la revista de inspección, diversidad de tiro, etc. El tema bélico podría definirse como las historias del guerrillero recién iniciado que sin embargo resiste bien la marcha, el combate, la herida y la tortura, mientras el otro, combatiente experimentado y heroico, solidario, invencible, deviene en delator y en narcotraficante menor. El autor de este libro levantisco hoy es un encumbrado funcionario del oficialismo, porque así son a veces los avatares de la literatura, porque así son siempre los vaivenes de la política.
Reseña tomada de su libro compilatorio “Por escrito I”.
Magnífica reseña de uno de los libros fundamentales para entender cómo fue la muerte de una utopía como la toma del poder mediante la guerrilla. Los personajes deambulan por la Sabana Grande de finales de los 60, tratando de recomponerse, en las páginas de un libro que puede leerse como Rayuela, sin comienzo ni fin determinados. Un rompecabezas nostálgico, divertido y a ratos cruel.