Jorge Amado ha sido durante su larga vida el escritor más popular de Brasil, en buena medida porque una de sus obras, “Doña Flor y sus dos maridos” fue llevada al teleteatro en un largo y exitoso seriado, pero en el ámbito estrictamente literario la novela que lo consagró ante la crítica fue “Gabriela, clavo y canela”, que también constituyó un sonado acontecimiento en la prestigiosa televisión brasileña, en una versión protagonizada por Sonia Braga. En el prólogo de la edición de Millenium propone Mempo Giardinelli que junto a Borges y Rulfo, Amado es un claro antecedente del realismo mágico. A nosotros nos parece menos allegado a esa tendencia por la verosimilitud de sus historias que por la exuberancia de su discurso. Comparemos un fragmento del mejor García Márquez con el enunciado de la primera parte de Gabriela, clavo y canela: “Un brasileño en Arabia. Aventuras y desventuras de un buen brasileño (Nacido en Stría) en la ciudad de Ilheus, en 1925, cuando florecía el cacao e imperaba el progreso. Con amores, asesinatos, banquetes, pesebres, historias variadas para todos los gustos, un remoto pasado glorioso de nobles soberbios y ordinarios, un reciente pasado de ricos plantadores y afamados bandidos, con soledad y suspiros, deseo, venganza y odio, con lluvias y sol, y claros de luna, leyes inflexibles, maniobras políticas y el apasionante caso de la entrada del puerto; con prestidigitadores, bailarina, milagro y otras magias.” Como se ve, se trata de un narrador generoso en el empleo de términos y modificadores. La novela consta de dos partes que se dividen a su vez en dos fragmentos titulados cada uno, y éstos contienen varios episodios también enunciados con subtítulos; es una estructura amable y sencilla, conducente a la lectura. La perspectiva es omnisciente, acentuando introspecciones en los parlamentos que determinan la intención temática de cada episodio. La historia avanza con dos motivos composicionales: la relación y el matrimonio de Nacib y Gabriela, y el dragado de la barra costera, el enorme banco de arena que impedía o dificultaba el arribo de grandes navíos a Ilheus, fundamentales para el desarrollo de esa región, que emergía como notable productora de cacao. Buena parte de la trama se desarrolla en el bar “Vesubio”, donde la vieja Filomena, la cocinera oficial, abandona el puesto y es sustituida por una Gabriela de hermosura y simpatía paralizantes, y origen perfectamente desconocido. La visión más amplia, la referida a los intereses del pueblo y su progreso, está determinada por la actuación de los “coroneles”, propietarios, hombres de escrupulosidad relativa que se asocian o se enfrentan según los vaivenes de la política; destacan personajes como el Doctor o el Capitán, que sirven además como referentes de la realidad exterior al Vesubio. Abundan los personajes característicos del ambiente, tal como sucede en la realidad real: el negrito Tuisca, Chico Pereza, Pico Fino, Tío Gallo, el zapatero Felipe. A la espera del ingeniero que planificaría el inicio de los trabajos del dragado se incuban conspiraciones tendenciosas y se tejen esperanzas citadinas, al igual que en Macondo; al parecer, la fundación de una ciudad es una constante de nuestra narrativa, infaltable en la historia literaria del nuevo mundo. Pero la promesa del escritor a sus lectores es mucho más humana: “Esta historia de amor —por curiosa coincidencia, como diría doña Arminda— comenzó el mismo día claro, de sol primaveral, en que el terrateniente Jesuíno Mendoça mató a tiros de revólver a doña Zinhazinha Guedes Mendoça, su esposa, exponente de la sociedad local, morena casi gorda, muy dada a las fiestas de iglesia; y al doctor Osmundo Pimentel, cirujano-dentista, llegado a Ilheus hacía pocos meses, muchacho elegante con veleidades de poeta.” Jorge Amado, junto con su obra nos impuso su presencia y su estilo, camisas floreadas, imponente cabellera blanca, pulseras, anillos, adornos y actitud de hombre joven, hasta su muerte en 2001 a la satisfactoria edad de 89 años.
Reseña tomada de su libro compilatorio “Por escrito I”.