En medio de mi obsesión por salir de Europa, en la búsqueda de nuevos sabores decido que mi primera parada será Ciudad de México, vamos a ver , mi curiosidad por este destino es para catar sangre de damas que consumen picante. Un capricho exótico, lo sé, pero llevo siglos probando sangres muy similares, al tour gastronómico le seguirán otras capitales de Latinoamérica como Caracas y Río de Janeiro.
Me hospedo en un hotel cercano a Reforma, el Sheraton. Mi habitación tiene una vista nocturna exquisita, romántica cosmopolita, me sirvo un whisky del minibar y voy a la ventana, el aire impregnado de aromas, entre ellos vuela el olor a gasolina, pero con un toque dulce de maíz y en la lejanía olor a gas y hierba. Me sorprende la pulcritud del lugar, la atención siempre amable y jovial, el sitio tiene estilo, no mi preferido pero este es un punto perfecto para desplazarme con soltura por el corazón de la ciudad.
Miro por el ventanal una bella ciudad, difícil creer que está cimentada en capas profundas de templos. La tierra tiene un aroma vivo a pesar de estar cubierta de asfalto. Puede sentirse la presencia de millones de almas por metro cuadrado, los vivos y los muertos, si pudieran verse entre si, notarían que no cabe un alfiler entre ellos.
Encontrar a una dama solitaria aquí será cosa de minutos con esta vida nocturna. Iré mas tarde a dar una ronda, emocionado estoy como nunca, seguro mi gusto será sorprendido por nuevos placeres. Entrecierro los ojos y saboreo esa sangre en mi mente.
Una siesta corta, una ducha, ropa elegante y andiamo…
Me dirijo al parque más cercano, puedo distinguir un portón de herrería verde, he llegado al Bosque de Chapultepec, me adentro en la espesura arbolada, oscuro perfecto, a lo alto se distingue un castillo, me dispongo a ver si hay actividad. Nada, puedo notar que está deshabitado, ahí no habrá damas. Dos hombres con aspecto siniestro me siguen, de un giro los apuñalo en cuanto se aproximan, el primero cayó inmediatamente, se vino a ensartar en mi daga, el segundo trató de detenerme pero lo distrajo mi inconfundible dentadura, en realidad mis colmillos son más grandes cuando se les ve de cerca. Sigo mi ronda, acompañado por la luna reflejada en los lagos artificiales, estimulante paseo pero muy solitario, decido salir de aquí.
Llego después de 40 minutos a pie a una zona nocturna llena de vida, la prostitución es abundante, mujeres, hombres y trans para todos los gustos, puedo empezar por aquí, la cena está servida. Me aproximo a una mujer, baja, entrada en años pero bastante atractiva, pude ver su malicia en la mirada, le pregunto en un mal español sobre dinero-precio por noche. La oferta es moderada en precio y variada en opciones amatorias, al ver que no tengo un vehículo la noto desanimada, me hace una última oferta de menor precio por algunas acrobacias en el callejón de la próxima calle (espero haber entendido correctamente). Accedo para poder hacer una primera prueba, yo seré breve porque la caminata me ha dado hambre. Cuando procedo a iniciar con mi ritual ella se descubre la entrepierna, dejando ver un órgano genital que no era parte del trato, pero da igual, le muerdo rápidamente el cuello. Si en efecto, demasiada testosterona aún, el sabor es regional como esperaba, picante, etílico, pero un poco más salado, espero que la sangre femenina me tenga una sorpresa reservada.
Con nueva energía, me dirijo a mi último intento por encontrar una dama antes del amanecer. Llego a un barrio tranquilo de aspecto europeo, en un letrero puedo leer “Calle Amsterdam”. Una mujer joven de aspecto desaliñado, pero bastante atractiva, sale con su perro a caminar, prende un cigarro y se detiene frente a una farola, suelta al perro en el parque y lo espera en el mismo punto, me aproximo sin que me vea, cuando da la primera mirada a su teléfono móvil asesto mi primera mordida. Le he tapado la boca y el perro está en sus asuntos.
Saboreo con cuidado, el sabor de su sangre, esperaba más condimento, por el contrario detecto alcohol, cafeína, cocaína, endulzantes artificiales y en muy menor medida pero presentes, el chile y el maíz.
Mañana vuelvo a intentar, mi camino de vuelta requiere al menos una hora a pie, volar ahora no es buena opción con el estómago tan lleno.
Al llegar a mi habitación reviso en internet nuevos destinos cercanos antes de dormir, mi itinerario queda así: mañana Tlatelolco y Colonia Guerrero, antes de mi regreso pasaré al centro por las calles llenas de taquerías, esta vez quiero asegurarme de que la dama esté alimentada con productos de la región.
Esta noche antes de comer decido ir a las luchas, hay una función nocturna especial con las figuras más conocidas del cuadrilátero. Ese espectáculo me interesa, hay un famoso filme de un luchador contra las “mujeres vampiro”, de un erotismo latino muy peculiar…
En la primera ronda veo aparecer a mi cena de la noche anterior. “El Chinicuil de fuego” se hacía llamar, multifacético, luchador de día, prostituta de noche. Lo veo atacar mordiendo a su contrincante, la gente enloquece, lanzan sillas, líquidos, vociferan. En cuanto veo entrar a la policía y a la cruz roja, decido salir con discreción. Hora de comer y de acuerdo al plan…