🍗FAMILIA DE BIEN

La Navidad nos une, definitivamente es algo mágico y especial. No todos somos tan creyentes, pero queremos darle gusto a mamá, ella piensa que nos ha inculcado una fe inquebrantable y valores morales de hierro. La verdad es que si y no, somos gente de bien, pero a nuestro modo.

– Joaquín, ¡ábrele a Reina!

– ¡Hola familia!

– Mi nena ¿cómo estás?

– Bien ma, traje una ensalada, pastel y les presento a Mario (un viejillo entrado en 70, con aspecto de agente inmobiliario, vendedor de seguros, o cualquier cosa que lleve traje barato de talla incorrecta y camisa abierta con la corbata en el bolsillo).

En realidad el tal Mario es cliente distinguido de Reina, aunque le gusta decir que son compañeros para hacerlos sentir bien atendidos, digamos que son sus VIP, con derecho a creer que la sacan de la miseria. La muy cabrona tiene unos tres de esos, sin sumar a los que atiende solo en modo virtual, así se coordina para recibir cantidades de dinero en cuentas diferentes. La Reina no solo es puta sino una genio, que sabe administrarse, ser su propia jefa, evade el fisco y  se ahorra el hotel usando casas ajenas, entre ellas la familiar. 

Algo rasca la puerta con esmero, es el Henry, el perrito de Dana que llegó con su novio el hippie, nunca recordamos el nombre de ese tipo, es algo así como Teg o Nec, un monosílabo que parece más apodo que nombre, creo que es tan haragán que no lo puede pronunciar completo. Nadie lo quiere en la casa por mariguano, pero Dana es la nieta favorita de la abuela por ser la más estudiosa de la familia, antropóloga física, con dos maestrías, doctorado y posdoctorado en curso, vegana, persona de bien, absolutamente.

-Ma, ¿puedo mostrarle la casa a Mario? -pregunta Reina.

Mi madre está mas preocupada por la cena, Navidad es una cosa grande y sagrada

-Claro nena, atiende a tu amigo.

El Henry entra nervioso y se pone debajo del sofá, justo a los pies de papá, quien mira el televisor desde que llegó, hace ya tres horas. 

-Pa, vamos a mover la mesa, levántese por favor que va hasta donde está usted.

-Muevan la mesa pal otro lado.

-Pa no sea uraño, ande que le cuesta.

-Que no, no me muevo -con voz cada vez menos audible.

Se cimbra un poco el techo, a esa Reina se le pasa la mano a la hora del placer. Mamá corre a poner villancicos a todo volumen, el burrito sabanero suena en la sala.

-¿Algo de música no? -dice mamá.

Mi padre no se inmuta, el futbol es visual, la cosa es no moverse.

Yo me retiro por un momento a mi habitación. Si, aún vivo con mis padres por un incidente que tuve con la policía, mi madre prefiere que no salga porque me andan buscando por un crimen que no cometí. Un andamio de la última construcción donde trabajaba se desprendió, fue a aplastar a una señora que iba pasando, pero la mala suerte para mi es que era prima del delegado. Me tienen bien localizado pero mis padres me avisan cuando alguien me busca, para entrar en una especie de caja vertical que yo mismo cubrí, con un trozo móvil de tablaroca, aparenta ser una columna de carga en el baño. Mi vida es precaria pero por fin tengo un pretexto para no hacer absolutamente nada, y si mi padre pudo mantener a una familia de ese modo seguro yo sobreviviré.

-¡A cenar!

El Henry ladra histérico al escuchar, el maniático perro ladra por cada ruido que escucha, avisa a todos y corre de nuevo a los pies de papá.

Baja la Reina un poco pálida y desmaquillada. Dana va por la abuela a la casa de al lado. Ella vive sola en su departamento desde que mi abuelo murió, hace un par de años. Toma tiempo traerla pero las escucho desde aquí, sobre todo a mi abuela cuando le chilla la voz siempre que quiere hacerse la discreta.

Voy a poner la mesa, debo compensar mi manutención con sigilo, ese tipo de cosas las hago para estar bien con mi madre. El viejo no se entera de que no salgo, él aún piensa que me voy temprano a trabajar, simplemente  me he vuelto un experto en ser invisible.

Me dirijo a Reina.

-¿Y tu amigo que trajiste?

-Se durmió… ahí déjalo al confianzudo al rato lo despierto -mientras se pone el suéter brilloso y transparente que no le tapa ni un milímetro de pulmón.

-Los agarras para la tumba, no friegues.

Se persigna y me lanza los ojos como proyectiles.

Llega Dana con la abuela y la acomoda junto a nosotros. El güerito mariguano se sienta también, después de unos movimientos ridículos solo para agarrar la puta silla, no está ni en tres de sus cinco sentidos el imbécil.

-¡Papá, véngase a cenar!

Mamá trae los primeros platos, ensalada de codito con mayonesa y verduras de lata, una charola con rebanadas de pavo ahumado, una fuente con crema campbells de champiñones, otro plato con trozos de queso en cuadritos, mortadela y aceitunas, estocadas por palillos con figuritas navideñas, la ensalada de Reina y una cosa rara que trajo Dana que llama cuscus. Yo saqué un vino de la bodega, no tuve que comprar porque mi padre tiene varios de tetrapak.

Hasta que se sienta mi padre, mi madre nos sirve el primer plato.

-¿Y tu amigo nena?

-Descansando, déjalo dice que tuvo mucho trabajo.

Encoge los hombros, se jala los tirantes de la blusa para acomodarse las tetas, se recoge el pelo de la cara, logrando no picarse un ojo con sus garras y recibe su plato humeante con cara de niña, mirando a mamá a los ojos.

Suena una patrulla afuera, el Henry se pone histérico y nos araña la puerta con fuerza. Tocan. 

Una vecina llamó por que el novio de Dana se puso a fumar su hierba en el patio.Yo voy a mi escondite pero al pasar por el cuarto de Reina veo al viejo muerto, tendido boca abajo en la cama. 

-¡Mierda! El Mario o yo, no cabemos ambos en mi lugar. Me escondo, ya no hay tiempo.

Mi madre atiende:

-¿Si diga?

-Policía. Nos reportan el uso de estupefacientes en este inmueble.

-Pase por favor. Gracias por venir… -mi madre finge estar al borde de un ataque de nervios de repente. Dana le ofrece un té y la lleva al sillón. 

Reina se aproxima y habla con los agentes en privado, los lleva a su habitación. 

Al salir los agentes esposan al hippie, se lo llevan por homicidio doloso, el Teg va visiblemente drogado. Mi padre le grita improperios, Henry ladra haciéndole coro a mi padre. Dana se desmaya, mi abuela se levanta a aplaudir, mi madre oculta la cara bajo las manos y Reina grita y maldice al bulto esposado, lo señala con su uña curva llena de pedrería.

Fue un día oscuro para nosotros, pero al año siguiente tuvimos la mejor Navidad de nuestras vidas, quien lo diría, gracias al buen Mario.

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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