🧊 La costa azul

Estaba preparándome para mi vuelo intercontinental. Tenía que esperar en una sala grande y llena de gente. El primer paso era el vuelo psíquico, este vuelo lo podía realizar sola pero requería mi boleto o el código QR en mi teléfono. 

Estuve media hora antes, muy preocupada por mi puntualidad, pero unos minutos antes del despegue descubrí que había olvidado el boleto. Lo confesé al personal y me dijeron que no habría problema. Traté de terminar mis pendientes en la sala de espera pero decidí volar con un par de cosas en la mano, por si acaso como siempre, así que tomé un pequeño mueble ligero, un librero de solo tres espacios y unos papeles con los que estaba trabajando en la mano izquierda. 

Salí por la ventana mirando el sol que brillaba hermoso por la tarde en un cielo de un azul perfecto. Podía ver a lo lejos la pista de espera en el cielo y con cosas en mano me dirigí hacia ella. 

Pude controlar mi viaje a pesar de las cosas que llevaba en la mano. De pronto quise deshacerme de ellas, pero pensaba en las prohibiciones de tirar cosas mientras se está en vuelo psíquico. En realidad nadie podía identificarme si algo pasaba, pero tuve la conciencia de no hacerlo.

De pronto vi algunos aviones caer a lo lejos, era un espectáculo poético a pesar de su gravedad, en medio de ese hermoso día lo que fuera que pasara se vería como una pintura de David Hockney.

Mi vuelo empezó a fallar, no pude mantenerme en el aire por mucho tiempo y por suerte pude bajar lentamente.  La notificación de que los vuelos no estaban funcionando me llegó visual y acústica. 

Ya en tierra reconocí que había bajado a la Costa Azul de Francia, cerca de Marsella, recordaba esa costa por su ambiente apacible y familiar, con el sol brillando, las personas de vacaciones pasaban hermosos momentos en la playa. 

Yo me detuve en una barda de la autopista desde la que podía ver la playa a no muchos metros de distancia, caminaba en sentido contrario a los autos  con precaución y de pronto algo en el mar llamó mi atención.

No pude contener el llanto cuando vi enormes islas de hielo azul que venían en dirección a nosotros, eran hermosas, y a la vez, una de las muchas señales de que el mundo estaba llegando a su fin.

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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