1. El sillón color calabaza
Un mueble nuevo o casi nuevo en comparación con los demás, un sillón color calabaza que le fue regalado a mi abuela, y al no guardar relación alguna con el resto de los muebles, se ha integrado perfectamente en la heterogénea decoración de la casa. Este gran sillón (o al menos así me lo ha parecido, tal vez, por el tamaño de la estancia) es el escenario de nuestras conversaciones, es el lugar ideal para ver la tele, más confortable que cualquier cama de la casa para tomar la siesta. En ese sillón he retratado a cada quien al menos una vez. Quien se encuentre sobre él, es como un niño jugando en uno de esos muebles u objetos que son susceptibles de convertirse en nave espacial, máquina del tiempo o barco pirata. Cada quién lo convierte en algo diferente; es un noble receptor de cuerpos cansados y catastróficos, de siestas innecesarias, de ratos de ocio, de posturas incómodas. Curiosamente ese sillón nunca se llena, nunca es receptor de más de dos personas y las distancias son algo implícito. Todos sabemos lo que nos corresponde en distancia unos de otros, en fin, es el centro de convenciones de la casa.
2. El retrato hablado de la mujer pájaro
Con sus grandes garras, es un ser capaz de arrancar pelusa del suelo más brillante… Siempre hubo algo raro en esa forma de ser de mi abuela; esas uñas largas y antiguas, insertas en unas manos correosas con una piel que siempre me he atrevido a señalar como de pterodáctilo (pteron= ala, dactulos= dedos). Tocar sus manos es como sentir la piel delgada y a la vez resistente de un pájaro sin plumas, tan blancas que dejan ver todas sus venas a través de unas translúcidas pecas. Es curioso, son los dedos-pájaro de una mujer-pájaro. Mi abuela se mimetizo con lo que mas le gusta, los pájaros. Siempre tuvo canarios como mascotas; primero por iniciativa propia, y luego, por que le fueron obsequiados con cierta regularidad. Ahora me pregunto: si el color favorito que ella siempre ha jurado tener, es el amarillo canario, ¿habrá sido antes o después de los canarios? De nuevo esa pregunta que me hago repetidas ocasiones, a veces de manera más necia que profunda: ¿me gustarán las nubes por que parecen pinturas, o me gustó la pintura después de haber visto las nubes? El vaso que ella siempre usa, es de color amarillo canario, y no lo cambia más que por su taza de café. Cada vez que la veo tomar agua, asemeja una pajarota, con sus garras prendidas al pico, y ha logrado acentuar el efecto cuando se le ocurre vestirse de amarillo canario.
3. Lo siniestro o el ojo que deseaba su autonomía
Freud planteaba las varias formas que adopta lo siniestro: en la superstición fatalista; en los miembros mecánicos como partes autónomas del cuerpo; en la presencia del doble, en los autómatas, en fin, en ese familiar-extraño, que fácilmente podría engañar nuestros sentidos y generar la angustia de no saber exactamente el tipo de “enemigo” que tenemos enfrente. Lo siniestro, como característica o aspecto de alguna cosa cercana a nosotros, nos ayuda a ejercitar nuestra memoria y repasar cuales son las cosas a las cuales tememos, para luego decirnos que no es ninguna en especial la que se encuentra detrás del sujeto en cuestión. Es un interesante ejercicio, por lo tanto, tener sensibilidad hacia las situaciones, personas o cosas siniestras. Enfrentarse, si eso es posible, ya que lo siniestro no permite estar preparado para ninguna situación específica; es como ejercitar la capacidad de dialogar con otro mundo. En esta foto, Carlos encontró una pistola de juguete y comenzó a jugar con ella, recordando los viejos tiempos de cuando trabajaba como extra para cine y televisión. Me impresiónó su naturalidad y su desenvoltura, su creatividad para accionar con el objeto de manera espontánea; sin embargo, esta foto me reveló algo importante, después de aquel incidente que le provocó la parálisis facial, de eso hace ya más de 20 años. Aun hay partes de su rostro que parecen no obedecerlo completamente, y me atrevería a señalar especialmente a su ojo derecho como un “punctum” importante en la escena, enmarcado por la órbita, una pupila aislada que desea protagonismo a expensas del protagonista que la porta. Ese ojo tiene vida propia y podría aterrarme la sensación de no saber sus intenciones, está dentro de mi propio tío. ¿Qué otras partes suyas querrán su autonomía? El arma de juguete que no puede ser disparada parece hacerlo involuntariamente a través de ese ojo.