Son dos personas chocando las palmas, un juego que se va a volver violento, como me lo sugiere esa explosión roja de la parte de abajo. He leído que es bueno ver personas en las manchas de tinta. ¿Es cierto? Sé que en la primera hay que decir que se ve una mariposa. Podría ver otra aquí,con las alas extendidas, rotas, temblorosas. Alguien la va a pisar y ¡pum!, adiós mariposita. Prefieren siempre pisar lo frágil, quizás tengan razón. ¿Para qué existe lo frágil sino para pulverizarlo? Si lo cuidas entonces se vuelve algo fuerte, que está destinado a otras cosas en la vida. Ya no es frágil, no tiene la función de lo frágil.
Estas partes de aquí arriba son las cabezas de las personas…con la boca abierta… como riéndose. Sus risas huecas, isócronas, como si fueran un solo cuerpo. Lo eran. He escuchado que hay personas que se acompasan como hipnotizados con cosas que se mueven rítimicamente. ¿Es verdad? A ellos les pasaba, y yo era la cosa. También descubrieron la musicalidad de las esdrújulas en un instante de ese día, cosa que el padre Manuel no logró enseñarles en todo un año escolar. Pero en ese momento, rodeándome en ese pinball circular que armaron a mi alrededor, la descubríeron gracias mi nombre: ¡Hécate!, ¡zuácata!, ¡Hécate!, ¡ríquiti!, ¡Hécate!, ¡púquiti!, y cualquier sinsentido esdrújulo que alternaban con él cada vez que me empujaban de un lado al otro del redondel.
Pero no vaya a creer que fue a mí a quien le fue peor. Disculpe, que pena, estás láminas me ponen a hablar como una loca. Estoy hablando más ahora que en las sesiones normales. ¿Me callo? ¿No? Bueno, a Carlo le fue peor: lo desnudaron en los vestuarios y lo echaron al patio para que todos lo vieran. Claro que a nadie le fue tan mal como al pobre Andrés. Era un buen muchacho, reconocía su homosexualidad abiertamente. «Le hacen falta unos buenos coñazos para que se le quite esa vaina», era la opinión general. Le procuraron la ocasión frente a Díaz, el más grande de todos, un repitiente crónico que había envejecido en el salón. Fue una pelea de un solo golpe. Recuerdo el ruido de la mandíbula de Andrés al romperse y las risas…con la misma expresión de estas que veo en la mancha de tinta, parecen de pájaro, de ave carroñera. Quizás por eso me recuerdan a las de ellos; unas cavernas vacías que se abrían en sus caras. Yo creo que en ellos no había nada sino eso, ese vacío que se mostraba sin verguenza en la caverna, ese «ja,ja,ja», ese «¡rolo de coñazo, qué bolas!.» que les salía del hueco en las caras. Creo que para ellos ni siquiera era importante a quien maltrataban. No se trataba de la hija de alguien, de alguien con tal o cual interés en la vida, de esta o aquella preocupación; éramos por completo intercambiables, simples intrumentos. Su violencia, después de todo, era fofa y desabrida, sin mayor premeditación, ni disfrute más allá del empujon mecánico, del golpe sin escrúpulos, de la burla bobalicona. Era una violencia muy rudimentaria, frágil quizás.
Vladi no era así. La risa de Vladi, y sobre todo su sonrisa estaba llena de sentido. Fue tan hermosa con el fondo morado de las flores. Cuando le dije que no las tocara, se volteo y con aquella sonrisa perfecta y tranquila me dijo «capaz que me vas a decir que son venenosas». Lo besé profundamente no sé si porque esa sonrisa siempre me impulsaba a hacerlo o por cerrar el tema y ponerlo a salvo, pero nos quedamos ahí, besándonos un buen rato. «¿Cómo vas a ser fea? ¡Eres linda!», Solía decirlo una y otra vez cada vez que me lamentaba por las burlas de mi narizota. Nariz griega, como después supe que podría definirse. Nos quedamos ahí, besándonos frente a la gruta con las flores y sus destellos morados. Me pregunto cómo fue que crecieron ahí, en pleno cerro Ávila, a tantos kilómetros de distancia de donde deberían hacerlo. Si volteo la lámina- ¿puedo?- esta parte de abajo sería una flor roja abriéndose.
La parte central, entre sombras, sería el gineseo. Esa palabra me encanta, gineseo o pistilo, así la escuché la primera vez. Es hermosa en sí misma, pero tiene también de deseo, de mujer…hasta de jinetera, ja, ja. Así le decían a una muchacha cubana que estudiaba con nosotros. Ellos no sabían ni dónde está Cuba, pero averiguararon cualquier cosa que sirviera para ofenderla. Me gustan las palabras, ¡las cosas son tan estáticas! Gineseo me llevó a aprender botánica. Y hasta a hacer mis jugos de frutas y flores, Los jugos me daban cuartel, los exámenes también. En tiempos de exámenes me invocaban para que los ayudara y eran amables. Los pobres eran brutísimos, menos Vladi, claro. Gracias a los jugos, que podían convertirse en cocteles, se volvían más amables aún. Cuando había verbena prograduación se disculpaban; «sabes que todo es chaleco, te queremos». Mis cocteles de frutas y vodka eran la atracción principal de las fiestas y se vendían más que cualquier otra cosa. Se disculparon muchísimo antes de la útima prograduación, necesitában recoger mucho dinero y se habían portado muy mal conmigo.
Iban a comenzar unos juegos deportivos y se iba a elegir una madrina. Esa elección solía dirimirse entre Sabrina y Claudia, la muchachas más guapas del colegio, pero ese día tramararon una broma: mi elección unánime; una forma de destacar mi fealdad. Seiscientos y tantos votos fueron contados y mi nombre apareció en el noventa por ciento de ellos. Mi «victoria» fue anunciada por los parlentes por la monja Pilar, que era lo suficientemente idiota para no percatarse de la intención lacerante del asunto, y seiscientas risas estallaron el el patio del colegio, luego corearon mi nombre y los ritmos esdrújulos eternizaron el coro, con los incisos de «ríquitis, zuácates y épales» del caso. Lo triste es que Vladi estaba con ellos, con una caverna expandiéndose en su cara y expulsando su alma. ¿Por qué? No lo sé, pero imagino que pensó que era hora de marcar distancia conmigo, antes que se convirtiera él también en un objeto más burla. Yo creo que la gente tiene razón en cuanto a lo que dicen que se necesita para relacionarte con alguien: amor, comprensión, intereses en común. Posiblemente con esas cosas logras hacerte uno con una persona, pero para hacerte uno con un grupo necesitas estupidez y crueldad. Vladi debió de haber comprendido eso. Ahora que lo veo, esto aquí en el centro, este espacio en blanco que separa a las personas, es una caverna. Se ve como una caverna, las cavernas por donde se expulsan la almas.
Le decía que se disculparon mucho por eso. Estaban bastante asustados porque si yo no llevaba mis cocteles a la la fiesta prograduación, la cosa se les iba a complicar. La gente preguntaba por ellos antes de comprar sus entradas. Vladi no se disculpó. Creo que estaba demasiado avergonzado. Dejó de ir al colegio por una semana, dijo que estaba enfermo.
Yo llevé mis cocteles, claro que sí. Además, conseguí un recipiente transparente para que pudiera verse todo el efecto tornasolado de la dilusión de la sustancia de las flores del Ávila. Ellos se quedaron embrujados viendo el proceso: los primeros círculos concentricos en diferentes tonos de morado que se forman al poner las flores en el jugo de limón, luego los hilos azulosos que comienzan a desprenderse cuando agregas la vodka, como formando una telarañita que los iba fascinando. Se abstraían maravillados viendo al acónito, esdrujulísimo, combinarse pesadamente con el jugo y la vodka. Según lo que investigué si se mezcla tan lentamente es porque es de una variedad mucho más venenosa que la usual. Es bastante decir. Era costumbre que el primer trago siempre debía ser para los miembros de la promoción, les obsequié unos vasos transparentes para que siguieran absortos en la mezcla de colores. Vladi se puso el suyo frente a la cara, como escondiédose atrás de él y con una expresión inocente me preguntó «¿Me perdonas?» Su sonrisa se veía linda de nuevo, signficicativa y sincera, pero irremediablemente frágil. Me encanta ver estas láminas de mariposas con alas quebradizas. ¿Hay más, verdad?