ESCENA 01
EXT. DESCAMPADO. DÍA.
Plano cerrado sobre el rostro de Jairo, un hombre joven, moreno, con una notable cicatriz que le cruza la mejilla izquierda. La toma se va alejando, y permite ver que el hombre está sentado en una rústica silla de respaldar de paja. El individuo viste una franelilla sin mangas y un short. Está descalzo. Sobre su pecho, una gruesa cadena dorada con un crucifijo. En su mano derecha, un habano que está a punto de acabarse. El hombre echa un salivazo al piso, luego arroja la colilla del tabaco y la apaga con la planta del pie, que a continuación restriega sobre la saliva. La cámara, en dolly back, ahora muestra que frente al hombre sentado está una pequeña multitud, y más cerca de él Genaro, un hombre mayor, que lo mira fijamente.
JAIRO: —¿Me trajiste lo que me debes, italiano?
GENARO: —Necesito más tiempo, levantar esa cantidad en este momento no me ha sido nada fácil.
JAIRO: —Ah vaina. La misma güevoná me dijiste la semana pasada, y ya me parece que lo estás tomando a guachafita. Parece que no le tienes mucho cariño a tus piernas, porque si sigues así te las voy a malograr de un solo batazo.
GENARO: —La semana que viene, sin falta.
JAIRO: —La semana que viene. Qué bolas tienes tú. Te doy tres días y de vaina, mojón. No te fumigo ahorita mismo porque me das lástima. Ahora corre, y recuerda que si el jueves no me traes lo mío, mejor será que desaparezcas.
Genaro no responde nada, se voltea y se abre paso entre la muchedumbre. Camina hasta llegar a un Montecarlo 1984, blanco con tapicería vino tinto. Abre la puerta y se sienta en él. Se escucha el sonido de un motor poniéndose en marcha. La toma ahora enfoca la parte posterior del vehículo, de cuyo tubo de escape sale un humo espeso, gris. El carro sale a toda velocidad del lugar. La toma sigue al vehículo hasta que desaparece cerro abajo, buscando el sol del atardecer que se insinúa tras las montañas al fondo.
CORTE A:
ESCENA 02
EXT. CASA DE GENARO. ATARDECER.
Plano general de la calle donde vive Genaro. Las casas se notan muy descuidadas, despintadas y con la maleza alta en los jardines de los frentes. Hay varios carros estacionados delante de las casas, pero casi todos muestran signos de abandono: cauchos desinflados, cubiertos de polvo, algunos con los vidrios partidos. Llega el Montecarlo blanco, y se estaciona en el garage de una de ellas. Genaro baja del carro con unas bolsas en la mano, lo cierra con la llave, se dirige a la puerta de la vivienda, y la abre.
CORTE A:
ESCENA 03
INT. CASA DE GENARO. NOCHE.
La casa está en penumbras. Se ve la silueta de Genaro en la actitud de encender el interruptor de la luz. No sucede nada.
GENARO: —¡Se volvió a ir la electricidad, maldita sea!
Genaro busca en su bolsillo el celular, y activa la linterna. Luego, alumbrando con ella, se dirige hacia una mesa en donde se puede ver una lamparita de gas. Busca en el bolsillo, extrae de él un yesquero y enciende la lámpara, que emite una tenue luz que ilumina apenas lo que tiene alrededor. Se entrevé, en medio de la penumbra, una típica sala: un sofá, dos poltronas, y una mesa de centro en donde hay varias fotografías. La cámara hace un paneo sobre ellas, y se muestran con detalle las fotos; grupos familiares, en donde está Genaro acompañado por una mujer que aparenta su misma edad y un muchacho en sus veinte.
CORTE A FLASHBACK A:
ESCENA 04
INT. CASA DE GENARO. DÍA.
Genaro está sentado en el sofá, acompañado por su esposa Helena y su hijo David. Tiene cara de preocupación, así como los otros dos.
GENARO: —Bueno, llegó el día.
HELENA: —Aún estás a tiempo, ¡vente con nosotros!
GENARO: —Sabes que es imposible.
HELENA: —Imposible no, tienes pasaporte y un boleto que puedes canjear. No quieres, eso es todo.
GENARO: —No puedo. No puedo dejar todo, la casa, el negocio…
HELENA: —Excusas, son sólo excusas. ¿Prefieres quedarte a cuidar esta casa y el negocio que está quebrado hace meses? Podemos empezar de nuevo allá, trabajar es lo que has hecho desde los quince años y nunca le has tenido miedo.
GENARO: —No entiendes. Ya no soy un muchacho, Helena, y allá nadie me conoce. No pienso ir a lavar pocetas, no a mi edad. Tú tienes esa pensión, pero no va a alcanzar para todos. Entiende, es lo mejor. Si logro vender, y levantar algo de capital, sabes que los voy a alcanzar.
HELENA: —Vender. No seas iluso, querido. ¿Quién va a querer comprar esta casa por su valor? Te van a dar tres lochas, si acaso consigues comprador. Y del negocio puedes olvidarte. No seas terco. En el fondo, nunca quisiste dejar este país al que ya no le debes nada.
DAVID: —Papá, te vamos a extrañar demasiado. Y saberte solo, aquí, con las condiciones en que está este país, de verdad da culillo.
GENARO (CON TONO DE BROMA): —Cuida la boca, que porque ya tengas 20 años no significa que no te pueda enderezar de un solo bofetón. No tienen por qué preocuparse por mí. Yo me sé cuidar. Además, ya verán cómo esto se arregla antes de que puedan darse cuenta. Es una cosa temporal. Bueno, es hora de meter las maletas en el carro, salimos en 20 minutos.
CORTE A FLASHFORWARD A:
ESCENA 05
INT. CASA DE GENARO. NOCHE,
Zoom in sobre la mano izquierda de Genaro, en donde se ve su anillo de matrimonio. Lentamente, la otra mano lo agarra y, tras cierto esfuerzo, se lo logra quitar. La toma se abre, y muestra a Genaro, sentado sobre el sofá, contemplándolo.
GENARO (MASCULLANDO): —Maldito Jairo. ¿Quieres que te pague la vacuna? Pues será con esto, desgraciado. Qué te importa a ti lo que esto significa.
CORTE A:
ESCENA 06
EXT. CALLE DE LA CASA DE GENARO. DÍA.
Genaro sale de su casa, cierra la puerta con llave, y se dirige a su Montecarlo. Entra en él, pero tras intentar encenderlo varias veces sin éxito, suelta una maldición y sale. Va hacia la parte posterior del vehículo, abre la maleta y saca de ella una manguera, una pimpina y un destornillador. Luego, se dirige por la calle hacia una casa que está a algunos metros de distancia de la suya, en donde hay un viejo Fairlane abandonado. Genaro le abre la tapa del depósito de la gasolina con el destornillador, luego introduce la manguera y comienza a chupar por el extremo que tiene en su poder. Tras un rato, un chorro de gasolina emerge con fuerza de la manguera. Genaro escupe con un gesto de desagrado la gasolina que le llegó a la boca, y luego procede a llenar la pimpina que trajo consigo. Cuando el flujo cesa, Genaro extrae la manguera, cierra el tanque de gasolina, regresa a su carro y realiza la operación inversa. Vuelve a entrar al carro, se sienta en el asiento del conductor y entonces sí enciende. La toma concluye con el carro saliendo de la calle hacia el exterior de la urbanización.
CORTE A:
ESCENA 07
INT. JOYERÍA. DÍA.
Genaro entra a un local comercial tras cruzar una doble reja, cuya primera puerta cierra antes de abrir la segunda. Frente a él, una vitrina-mostrador que exhibe algunas joyas y relojes. En la pared del fondo, mercancía varia: relojes de pared, cuadros, platos decorados, dispuestos sin orden alguno. Tras el mostrador, un hombre que aparenta la misma edad de Genaro.
GENARO: —Caramba, Miguel. Vaya que has reforzado la seguridad del negocio. Parece una caja fuerte, ahora.
MIGUEL: —No me quedó de otra, tres atracos en un mes son como mucho. Ahora dejo entrar solamente a gente conocida, previa cita. Y, por si acaso, tengo a esta bicha siempre a la mano. (Miguel enseña una escopeta de dos cañones, recortada). ¿Qué te trae por aquí? No creo que sea una visita social.
GENARO: —Vengo a que me eches un cable, Miguel. Estoy metido en un lío. ¿Sabes Jairo? ¿El malandro que controla la zona en donde tengo mi abasto? Me mandó a dos de sus matones a cobrarme vacuna. Me pide cien dólares mensuales para dejarme en paz. Los dos primeros meses pude cumplirle, pero ya después se me ha hecho imposible. Le debo tres cuotas, y me está amenazando personalmente. Te traje esto a ver cuánto me puedes dar por él.
Genaro saca del bolsillo su anillo de matrimonio y se lo entrega a Miguel.
MIGUEL: —¿Seguro que quieres desprenderte de él? Sabes que no soy un tipo sentimental, para nada, pero algunas cosas son sagradas.
GENARO: —Si no fuera mi último recurso no lo haría. Pero ya no tengo de dónde sacar más dinero. El negocio da pérdidas constantemente, le debo a casi todos mis proveedores, y cada vez hay menos ventas. Creo que tendré que cerrar. Pero ahora mismo mi primera preocupación es pagarle al malnacido de Jairo, no me vaya a malograr.
MIGUEL: —Vamos a pesarlo a ver cómo te puedo ayudar.
Miguel pone el anillo sobre la báscula electrónica que tiene encima del mostrador. La pantalla digital anuncia el valor 5.0.
MIGUEL: —Cinco gramos. Te puedo dar por él, como mucho, ciento cincuenta.
GENARO (CON EXPRESIÓN DE INCREDULIDAD): —¿Solamente 150? Eso es la mitad de lo que debo.
MIGUEL: —Ese es el mejor precio que te puedo dar, mira tú mismo.
Miguel le muestra a Genaro su celular. La toma enfoca la pantalla, en donde aparece una página que indica que el valor del oro es de 30 dólares por gramo.
GENARO (CON PESADUMBRE): —Ni siquiera vendiendo esto que es tan importante podré pagarle al bastardo. Soy hombre muerto.
MIGUEL (TRAS MEDITAR UN POCO): —Mira, vamos a hacer algo: te voy a prestar ese dinero, y me dejas el anillo en prenda.
GENARO: —No, de ninguna manera. No puedo aceptarlo. Además, no sé cómo te lo voy a poder pagar.
MIGUEL: —Deja el orgullo para causas mejores, Genaro. Mejor deberme a mí que a aquel matón, ¿no te parece? No nos conocemos de antier. Sé que cuando puedas vas a pagarme. Además, querrás recuperar tu anillo, ¿no?
GENARO (A REGAÑADIENTES): —Bueno, si no te descalabro las finanzas, acepto. Pero me cobras los intereses, eh.
MIGUEL: —Eso lo hablamos después. Ya te entrego el dinero.
CORTE A:
ESCENA 08
EXT. DESCAMPADO. DIA.
El Montecarlo blanco llega al terraplen frente a los dominios de Jairo. Se estaciona, y de él sale Genaro. Camina hasta llegar al lugar en donde se halla sentado el pran, que está escoltado por sus guardaespaldas, fuertemente armados.
GENARO (EXTENDIÉNDOLE UN SOBRE A JAIRO): —Aquí está lo que te debo.
Jairo le arrebata el sobre de la mano, y sin verlo se lo da a uno de sus subalternos.
JAIRO: —Ahora nos falta resolver lo de los intereses de mora, italiano. Te atrasaste, viejo, y eso es malo para mis negocios. A ver, dame las llaves de tu camastrón.
Genaro hace el ademán de reaccionar, pero con un gesto de Jairo sus matones lo apuntan con sus armas.
GENARO (CON DESESPERACIÓN): —¿Qué vas a hacer tú con ese vejestorio, Jairo? ¿Me vas a dejar a pie? Así no voy a poder resolver nada.
JAIRO: —Ese es muy tu peo. Dame las llaves y te vas desapareciendo de mi vista. El mes que viene te quiero aquí como un clavel, con mis cien lechuguitas.
Genaro pone cara de resignación, le entrega las llaves a Jairo, da media vuelta, y comienza a caminar. La toma le enfoca la espalda, en donde le golpea un objeto, que cae al piso. Zoom in a las llaves que le había entregado a Jairo.
JAIRO (RIENDO): —¿Ves que no soy tan rata? Ahora, arranca.
CORTE A:
ESCENA 09
INT. MONTERCARLO DE GENARO. NOCHE.
Genaro está sentado en el puesto de copiloto, estacionado al lado del edificio en donde está la sede de una empresa de comunicaciones. Manipula su celular, con cara de contrariedad. Al rato, se escucha el sonido de notificaciones recibidas en el aparato. Zoom in a la pantalla del celular, en donde se lee
15 mensajes recibidos”.
Se abre la aplicación de Whatsapp, y aparecen los iconos correspondientes a todas las conversaciones. El primero lleva como nombre “Familia”, y se ve que tiene 7 entradas sin leer. Se abre la conversación, y se lee:
“Helena
Estás bien?
Helena
Responde
Helena
Pasa algo?
Helena
Me estoy preocupando, dime algo
David
Papá, responde que a mamá le va a dar algo
Helena
No me responden ni los vecinos, pasó algo?
Helena
Coño, Genaro, di algo”
Genaro escribe en el celular:
“Hola, familia. No pasa nada, no he tenido señal en todo el día.
No se preocupen por mí, todo está normal. Sin nada especial
que contarles. Voy a apagar el cel porque me estoy quedando sin batería.
Los extraño muchísimo”.
Genaro oprime el icono de envío, constata que el mensaje salió, y apaga el celular. Luego prende el carro, saca de debajo del asiento un recipiente de metal para bebidas, se toma un largo trago y pone en marcha el vehículo. Empuja el cassette que aparece asomado en el reproductor que está en el tablero del Montecarlo, y comienza a sonar “A modo mío”.
***FIN***