(Investigación realizada por Jesús Ángel Parra con la corrección de estilo y revisión de Julito Jiménez)
Estos fragmentos aparecieron en las bóvedas del Banco Central de Venezuela (sede Zulia), hay quienes aseguran que se trata del relato, Ímpetu Secreto,otros sin embargo, afirman que es el famoso cuento Dejándonos en Pretérito Pluscuamperfecto,pero dicho cuento es una correspondencia pormenorizada que hiciera Helímenes Güerere de su desdichada relación amorosa con Julieta Martinucci, Al decir de los estudiosos, en los fragmentos encontrados no hay ningún hecho que se refiera a esta pasión, pero en lo que si no hay duda, y en esto parecen coinciden todos los investigadores, es que en verdad se trata de un cuento de Helímenes Güerere. La manera de comprimir el idioma, el tema de la muerte, el cuidado estilístico, junto con la carencia casi total de adjetivos parece confirmar este aserto, no obstante, a mi modo de ver, este es uno de los errores más comunes en los que suelen caer los críticos de la obra de Helímenes, me refiero al uso de adjetivos. En realidad, él no se negaba a utilizarlos, lo que criticaba era el abuso y el uso inadecuado. En su cuento Decolorante luz[1],esta muy bien empleado; creo que nunca antes, alguien se había atrevido a utilizar el adjetivo decolorante para referirse al sol con tal donosura como lo hace él en dicho cuento.
Helímenes fue un ser ladino y misterioso, a pesar de que escribió los cuentos más memorables de mediados del siglo XX, (cuentos recordados por quienes vieron sus esbozos ya que nunca los publicó), es muy poco lo que sabemos de él, no perteneció a ningún grupo literario, no escribió en ninguna revista de la época y tampoco participó en veladas recreativas, ni en concurso literario alguno, como si lo hicieron muchos de sus coetáneos. Nunca escribió un artículo, reseña o ensayo, por otro lado, nunca publicó y siempre se expresó en la oralidad. Solía decir que el cuento buscaba la perfección y que ésta se pierde con la publicación. “Un cuento debe estar siempre en proceso, siempre elaborándose, siempre en marcha, el cuento terminado no existe, ya que la palabra es un virus pertinaz, que busca la forma y en su obstinada vocación se desdice a sí misma”. Era un obseso por el afán de perfección. Creo que, por esta obsesión, la literatura venezolana se perdió de los cuentos más memorables del pasado siglo. Con relación al género solía decir: “en realidad el cuento es el género príncipe, su extensión es la probidad de la lengua y su estructura define al idioma”.
Fue tanta su pasión por la lengua, que se entregó con ardor a dar oídos a las conversaciones. Aseguraba que la lengua escrita era como un objeto artístico exhibido en un museo, pero, su realización fonética era la virtud y el oro del idioma. En cuanto al lenguaje diario, no discriminaba del mismo, tanto le gustaba oír una plática en un carrito Bella Vista, como escuchar un sermón apelmazado y vacuo. Parafraseando a Cervantes aseguraba que hasta en una mala conversación había belleza; por ello era usual verlo asistir a las reuniones organizadas por el Club de Leones, o bien a la Asamblea Legislativa, donde solía escuchar algún debate parlamentario, otras veces era visto en la barra de un famoso restaurante auscultando alguna variedad dialectal. A veces, acostumbraba decir que la máxima expresión literaria se encontraba en el habla parda y no en la lengua escrita. Felicidad era entonces oír la lengua, ver como era intervenida por el habla, le maravillaba que esa lengua escrita, fuera otra cosa en los labios de la gente, “hasta en un bostezo de una boca hay una onomatopeya capaz de abreviar el mundo”[2]. Acostumbraba bromear con sus amigos, afirmando que la perfección del idioma ocurrió el 16 de junio de 1965 cuando escuchó un coloquio de estibadores en el puerto de Maracaibo y se maravillaba de que aquella memorable conversación de caleteros haya coincidido con el Bloomsdays –maravilla del idioma que emparenta realidades–, nadie sabe que hablaron estos cargadores, pero asegura que aquel, fue el día más memorable en la historia fonetológica del español y al igual que los dublineses, quienes acostumbran leer fragmentos del Ulisestodos los 16 de junio por las calles de Dublín, él se complacía recordando está conversación, no hablando nada en todo el día, ya que pensaba que toda conversación platicada ese día era un insulto al “momento del habla” más singular en la historia de la humanidad.
Nílcida Puche, poetisa de Los Haticos por abajo y su amante ocasional, aseguraba que se transformaba de tal manera cuando recordaba ese día, que era habitual verle derramar una lágrima y lamentarse una y otra vez por no haber grabado ese momento. Fue tanta su impresión que comenzó a dudar seriamente del hecho narrativo. “El cuento perfecto no existe, pero sí el momento de habla”. Helímenes se entregó como alucinado buscando estos momentos de habla con tal pasión que descuidó por momentos su escritura, pero esto es materia para sus compiladores y críticos.
Vayamos a los fragmentos encontrados. Al final de este ensayo, el lector encontrará los seis fragmentos o más bien, pedazos ficcionales. Los mismos no tienen un orden, solo el que nosotros le hemos dado para la presente edición, pero hasta aquí la paradoja de la vida de Helímenes Güerere teje sus redes. Recuerdo que solía decir: “la obra, la completa el lector con su lectura, él es quien ordena el caos y los fantasmas que nos habitan”[3]. Pues bien, en este caso, será el lector quien ordene estos fragmentos en su mente y buscará de esta manera el cuento perdido de Helímenes y tal vez acaso juegue (ludem) poniéndole título a dicho cuento. Debemos advertir al lector que el fragmento identificado con el número [ 4 ] es a nuestro modo de ver apócrifo, no creemos que pertenezca a Helimenes, sin embargo, hemos decidido publicarlo y que el lector decida –como decía nuestro autor– “él, es el único capaz de ordenar la obra”. Dejemos entonces que opere la realidad del otro, la descorrida luz del lector anónimo, el soplo que expulsa el oculto desconocido e insufla con su aliento el hecho artístico.
Otro detalle observado, en el fragmento [ 1 ] al que decidimos llamar: El Libro de Todos, pues el mismo pareciera en su estructura, el acariciado proyecto, del que una vez habló con su compadre Teófilo Celis. Nos referimos a aquel viejo propósito que consistía en hacer un libro, novela según creemos, con fragmentos de novelas escritas por la tradición literaria del país, empezando con la relación de tercer viaje de Colón y terminando por el hacer de las más recientes promociones literarias. Él afirmaba que hemos estado escribiendo una sola novela desde hace cinco siglos y que, tomando ordenadamente fragmentos de las más emblemáticas novelas, podríamos dar con la novela que anhele lo venezolano, pues pensaba que todos los escritores venezolanos, han estado trazando desde la llegada de Colón hasta nuestros días un único libro. Por ello lo llamaba, El Libro de Todos.
El cronista de los Puertos de Altagracia, Br. Onésimo Graterol, refiere que algunos de estos pretendidos fragmentos de la famosa novela los conserva uno de los descendientes de Julieta Martinucci, también nos alega que Helímenes cansado de la mezquindad de la ciudad que lo vio nacer huyó hacía Los Puertos, buscando en el lago la calma anhelante de sus corrientes y también la obra perfecta que toda la vida le fue esquiva. Estos nuevos aires nada pudieron hacer ante el reduccionismo de los suyos, al parecer los puerto-altagracianos comenzaron a hacerle la vida imposible, ya que intuyeron cierto desequilibrio en el escritor. Cuentan que nuestro narrador pasaba el día echado en la arena, oyendo el romper de las mínimas olas del lago, buscando la onomatopeya perfecta que expresara el sonido de la ola en la arena. Onésimo asegura que anotó 22.545 onomatopeyas y que él pudo verlas en todo su esplendor en su humilde vivienda. El espectáculo era realmente aterrador y sintió al mismo tiempo el terror y la belleza. Para Onésimo representó un momento signado por la locura, pero también por el genio, aquella casa había sido tomada por palabras que nada significaban. Toda la vivienda incluyendo los árboles del patio, paredes, mesas, sillas, espejos, sofá, utensilios de cocina, ventanas, cenefas, cortinas, cuadros de pintores famosos, como uno de Puchi Fonseca, relojes, zapatos, chaquetas, vasos, el caparazón de un morrocoy, que tenía por nombre el Morrocoy Azul, las botellas de ron, la acera de enfrente, las hojas de la mata de mango, el tronco de la mata de cují y las ramas del maguey, invadidas como plaga por aquellos papelitos que pegaba con las referidas onomatopeyas, hasta los bombillos fueron presa de estos papelitos, por ello la luz de su morada siempre fue tenue y vaporosa. Pero en medio de esta selva de vocablos que nada significaban, destacaba una palabra que sí significaba, la misma estaba enmarcada y ocupaba un lugar destacado en aquel hogar. Helímenes que siempre se caracterizó por su anticlericalismo aseguraba que Dios no existía, que Dios era un vocablo, la palabra más grande y hermosa de la lengua: “Dios no existe, lo que existe es su representación en un término, el mundo es tan desafortunado por ello, pues no comprende que Dios es la palabra: COMPENSACIÓN, ella constituye todo el universo y el saber del mundo”. Aseveraba que la palabra compensación era Dios y ofrecía cantidad de ejemplos para comprobarlo, pero el que más le gustaba era el del mocho Arístides y la tuerta Eloina. Ellos habían tenido dos hijos y ambos eran verdaderamente hermosos, parecían unos Adonis, altos, blancos, con grandes ojos negros, gráciles, el cabello rubio ensortijado, de bellas formas y caminar elegante, parecían guerreros griegos, eran la delicia de Valle Frio. ¿Cómo estos esperpentos pudieron concebir estas hermosas criaturas? Se preguntaba la gente del sector, a lo que Helímenes riéndose y frotándose la mandíbula les decía: “Porque Dios es compensación”, ello es la prueba de que existe, pero Dios mis queridos amigos es una palabra a la cual hay que rendirle tributo, no a las imágenes. Dios reparte las cargas.
Helímenes un día desapareció, nunca más se supo nada de él, al parecer varios estudiantes de la Escuela de Letras se dedicaron a buscarlo, entre ellos Tubalcaín Mederos quien nos ofreció estos fragmentos. Desapareció por completo, algunos dicen que transformado en una palabra, otros dicen que es una conversación que sucede diariamente en el callejón de los pobres.
ANEXOS
(Los Fragmentos)
[ 1 ]… Serenísimos é muy altos é muy poderosos príncipes Rey e Reina, nuestros señores; Tiempo es que dejes ya la culta Europa, que su nativa rustiquez desama, y dirijas el vuelo a donde abre el mundo de Colón su grande escena. ¡Volad, volad veloces, ondas aves y voces¡ Id a la tierra donde el alma tengo, y decidle que vengo a reposar, cansado caminante, del hogar a la sombra un solo instante. Entonces pensó: “Es tiempo de que vuelvas: es tiempo de que tornes… no más del insano amor de los festines, con mirto y rosa y pálidos jazmines. En el semblante del Justicia Mayor flotaba una sombra amarga, y con la diestra apoyada en la barba permanecía sumergido en sus designios. Yo no soy un esclavo. Yo soy un hombre libre. Yo no soy esclavo de un pendejo como tu hermano. ¡Esta es carne de macho! Desnudo el tórax, se fue sobre ella, y con un tirón de animal de presa se trajo en sus dedos crispados, desde arriba hasta abajo, medio traje de ella… Andrés afinca en su hombro la metralleta, quita el seguro, presiona el disparador.
[ 2 ]…por entonces, la fue dejando poco a poco, aquello que los había sostenido y que él llamaba, la fe de la saliva, se fue extinguiendo. El desgaste de la belleza se percibía y mostraba sus contornos, el tacto frío del infierno. Le asombraba constatarlo. Era algo que lo conmovía y entristecía. Observar como aquella dulce mujer dejó de interesarle. Extremó el hábito de la ausencia y comenzó a llegar tarde.
[ 3 ](…) Nílcida comenzó a transitar con aquel hombre los caminos más oscuros de la pasión o tal vez los más diáfanos. En sus encuentros fue dejando poco a poco los linderos del asco y emprendió un recorrido con aquello que era su otro, la verdad pormenorizada de lo que la constituía como mujer. Fue comprendiendo que sólo tenía sentido en la mirada del otro. Esta mirada la hacía y la instauraba. Esta verdad la devastó, pero la aceptó con aquello que la constituía: El hecho de ser mujer (…)
[ 4 ] [ 122 ]…Si porque era ella, la misma y la tanta, aquella por la que había dudado del amor. Pero la muerte aparecía siempre en las pequeñas cosas, en la descomposición de las flores, en los restos de comida, en una flatulencia, en la materia de desecho. Le asombraba que los poetas llamaran a la muerte, pálida, cuando observaba que ella era tan solo un tufillo. Pero ella permanecía indiferente a lo que él pensaba. Ella era una cartera nueva… [ 5 ][4](Rapsodia: 73)
¿Quién se llevó para siempre la caricia y la porción del porvenir?
¿Quién se llevó la instantánea del amor y el sigilo de los cuerpos?
Nos queda el vacío de las horas, la bestia que corroe el corazón
graneros que almacenan la vacuidad de las edades
donde permanecemos en mullidos catafalcos.
[ 6 ]la complicidad de aquellas mujeres cuando esbozaban una sonrisa en medio de la clase, un cruce de miradas o un voltear inadvertido y luego aquella contemplación de boquitas abiertas impregnadas de saliva, aquella forma de recoger sus cabellos para luego oler sus puntas y como colofón esa mirada que otorga y veda. Mi amigo y yo nada entendíamos de toda aquella gestual orgánica, que expresaba un conocimiento que se nos antojaba iba más allá del placer. La profesora pidió algo para borrar la pizarra, al instante una de ellas,
CONFESIÓN DE ESTILO
- La literatura es una extraña paradoja. Nos suele alejar de la realidad; pero invariablemente, siempre terminamos escribiendo sobre la realidad de la cual pretendemos huir.
- Es probable que nunca leamos determinada novela, pero siempre terminamos leyéndola a través de otro autor, ya que la literatura es una red simbólica de significados.
- Los libros y la literatura son un mundo fascinante y asombroso. Uno puede leer Doña Bárbara y esa lectura te puede llevar al Ulises de Joyce. Hay en ellos unos vasos comunicantes aún por encima de sus autores.
- El primer deber del novelista: hacerse entender. La de-construcción que hace el autor del espacio de la ficción, solo tiene sentido, si luego lo construye el lector. La novela solo existe en el lector.
- El escritor no debe nunca defender su obra de la infamia, a otros le corresponderá hacerlo.
- La novela tiene dos existencias: cuando la escribe el novelista y cuando la lee el lector. Pero sólo una tiene más peso que la otra.
- No hay palabra que la sociedad use con mayor sarcasmo, que el vocablo: artista. Es la defensa lógica de la masa ante la manifestación simbólica del hombre de genio.
- El cuento siempre tiene un deus ex maquina que en determinado momento puede dispararse para salvarlo. La novela no.
- Los buenos cuentos se construyen de tiempo –tiempo de no escribir-, el tiempo es la mejor argamasa argumental. El tiempo en su tránsito solidifica el relato sobre bases sólidas.
[1] …y contemplamos absortos la rudeza de los rayos e indolentes observamos los descoloridos lomos de los libros. (las negrillas son nuestras)
[2] En conversaciones con un autor de Mezclajes y de Sombrasnadamás,Helímenes constató su teoría, ya que dicho autor fue el surtidor de tal epifanía.
[3] Junto con los fragmentos encontrados, aparecieron también unas sentencias epigramáticas que Helímenes Güerere puso por título: Confesión de Estilo. Las incluimos en los anexos.
[4] Al parecer este es el único texto poético de Helímenes Güerere. Lo curioso es que lo inserte en este cuento.
No soy quien para decirlo, pero indudablemente que el relato de Helimenes y los fragmentos de sus cuentos, representan una idea única y subyugante sobre la literatura y la lengua. En el contexto actual dónde la palabra escrita es fundamental, todos los que desarrollan el oficio de escribir, quieren publicar, digital o físicamente. La búsqueda de la perfección a través de la oralidad, puede parecernos contradictoria, sin embargo poseemos testimonios ancestrales de esta búsqueda de la perfección en nuestra historia lingüística.
.De tal manera que esa propuesta de Helimenes dibuja un océano de interrogantes, provocaciones e incertidumbres creadas por un espíritu impregnado de genialidad.