🐔SOBRE EL VERBO PONER

Una gallina llamada Emperatriz abre los ojos. Justo en ese instante, a la altura de su corazón de gallina ―museo de las formas más antiguas del miedo―,  algo cruje. Cruje desprendiéndose, en gerundio. De nuevo es esa cosa. Algo, como un dolor redondo, baja de nuevo hacia su esfínter. Es el ducto por el cual una gallina puede hacer varias cosas sin tener consciencia: comunicarse con el exterior, contar los días, ser violada, cagar, y por supuesto, volverse señora. Señoras siempre son, desde chicas. Es la única forma de nacer señora; naciendo gallina. Gallina-gallinae, ovarium obsesivo, loco, testarudo. ¡Si supiera lo bella que se pone cuando finge estar atenta a sí misma! La más abnegada de las ignorantes, la más feliz de las desdichadas. Tan insignificante, que gallina es gallina hasta en latín. De nada sirvió ser nombrada por la lengua del Imperio Romano si nunca derivó en una inflexión, en un adorno romántico. Es tan señora una gallina, que tiene cara de casada desde rompe el huevo. Si pudiera firmar un libro, un cheque, un memorando, escribiría Gallina de Torres, o Gallina de Gutiérrez. Siempre gallina De. Así parece su alma. Y es tan feliz. 

Excepto cuando baja esa cosa. Cuando baja esa cosa se asusta tanto que si de casualidad se queda dormida para evadir el dolor, capaz sueña con que se atraganta con un huevo gigante que no la deja cloquear. 

Ahí viene de nuevo, eso como un dolor redondo. 

Ella se asusta y observa fijamente dos cosas: por un ojo mira el aguadero y por el otro ojo la rueda abandonada de una bicicleta. Casi se reprocha mirar dos cosas al mismo tiempo sin entenderlas. También abre ligeramente el pico, como lo hiciera Greta Garbo cuando va a besarla quien la ha humillado. Ahí viene. Viene eso redondo y mostaza (no lo sabe, y tal vez no lo sepa nunca, que una gallina está llena de crepúsculos. Que todos los días el sol se mete en ella y sale por el culo y es horrible). Ahí viene. Desea escapar y por eso se queda quieta. Estira el cuello. Grita: cló-cló-cló. Y pone un huevo. 

Sus esfínteres laxas caen en un abismo interior, en el basurero de sí misma. A pesar de su cara agotada, como si acabaran de encontrarla culpable en un juicio conducido por Ulpiano, Emperatriz estrena su nueva y ovalada maternidad. Se trata de un óvalo que aunque lo ponga cada veinticuatro horas, todavía sigue naciendo. «Este es un huevo persistente», casi piensa. Y como las gallinas piensan en gerundio (en ellas todo está aconteciendo una y otra vez), su pensamiento es más o menos así: «siendo un huevo persistiendo». Cualquiera que las escuche, pudiera pensar que se trata de una turista que no habla inglés pidiendo una dirección en una calle de San Francisco: «¿dónde encontrando gallina que tía viniendo ayer? Es tan simple el hablar de una gallina, que cuando cree que existe, dice: «siendo gallina». Si picotea un ciempiés, piensa en gerundio «pobre ciempiés corriendo tan lento con tantas patas». Por eso si una gallina aprende inglés solo se aprende los gerundios, eating, running, flying, sleeping, con la ventaja de aprender también solo los verbos que la explican como gallina, ni más ni menos. 

—Uno aprendiendo de una lengua solo los verbos que usando —explicó Emperatriz a una gallina que en aquella ocasión contaba lo que había hecho en el día: “gallina poniendo”. 

Se entiende entonces que una gallina se siente a gusto cuando sueña que una azafata le dice: your boarding pass, please.

Pero hoy Emperatriz está afligida. Cree que el huevo de hoy es el mismo huevo de siempre. Por eso su rostro desesperado, asediado por un déjà vu

Supone que algo en ella anda mal, porque debe estar muy mal una gallina que pasa su vida poniendo el mismo huevo. Gallina poniendo, piensa.

Es un déjà vu que se atraganta en el esfínter y se empuja como un dolor redondo. Una repetición sin sentido, a merced de un látigo que cae en la misma herida. Cualquier gallina cree, por lo tanto, que todos los meses son agosto; que en el mar nada más hay mantarrayas, que en el mundo solo hay ciudadanos Hemingways, que las rockolas siempre repiten la canción de Thurley Richards I Heard the voice of Jesús; que los pobres camaleones son negros y hasta allí les llega el truco; y que todos los escritores del mundo escriben a la misma hora La conjura de los necios

Así, una gallina estaría de acuerdo con Miguel Hernández cuando dijo «boca poblada de bocas, pájaros llenos de pájaros». Las cosas llenas de las cosas. ¿Gallinas llenas de gallinas? Emperatriz sacude la cabeza, no soporta un pensamiento tan falaz. Una gallina no está llena de gallinas; está llena de un huevo que nace todos los días a cada rato. 

Pero esta vez Emperatriz da un salto en el nido porque justo en este instante se le acaba de ocurrir (ocurriendo) una gran idea. ¿Y si le pone nombre a cada huevo? ¿No quedaría resuelta su incertidumbre? Por primera vez está feliz, y siente tanta compasión, tanta desdicha por las otras gallinas que, ignorantes y lerdas, llenan los cartones con el mismo huevo todos los días. 

Echó una mirada a los tres huevos juntitos en el nido. Con ponerle un nombre a cada uno, cada quien será y tendrá un destino irrepetible. Orgullosa por llegar a tamaña conclusión, meditó durante horas los nombres de sus huevos. A uno lo llamaría Ernesto, a otro Juancho, y otra Desdémona. Empolló con tanto sentido del futuro, que planeó a tientas la vida que podía tener un huevo llamado Ernesto, por ejemplo. Ahora que lo piensa bien (pensando), nada le daría más orgullo que poner huevos de escritores y cantantes. Si promueve una atmósfera intelectual, Ernesto pudiera algún día escribir La conjura de los necios, y Desdémona cantar “I heard the voice of Jesús”, y Juancho ser un ciudadano Hemingway.  

Pobre Emperatriz, no sabe que Jhon Kennedy Tool jamás vio publicada su obra. Que después de cantar la canción, Thurley Richards quedó mudo, y que Hemingway se voló la tapa de los sesos con una escopeta.

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Feed de narrativa editada a seis manos (desde San José de Costa Rica, Stuttgart y Caracas), por los caraqueños diasporizados Luis Garmendia y Javier Miranda-Luque, y el caraqueño sin diasporizar (¿por ahora?) Mirco Ferri cuya idea es la de postear textos propios y de autores invitados. ¡Bienvenido cada par de ojos lectores que se asomen a estos predios!

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