1 Su cuerpo era sagrado, como un templo, como una oración, como un conjuro. Si llegabas a contemplar su desnudez, sólo contemplarla, era suficiente para que supieras que eras el elegido de algún dios. Pero si lograbas tocarla, acariciar su piel bronceada y luminosa, dejar que tus dedos bordearán el vertiginosa alzamiento de sus muslos, sentir tu aliento rebotar sobre el sobrecogedor dibujo...
Textos de largo aliento