El fin de mundo me cogió en el centro comercial de mis delirios. Estaba buscando, en la librería Magnáula, mi bestseller “Trampas de Falopio” que ya va por su cuarta reimpresión. Armé un berrinche policromático para que exhibieran mi libro en alguna de las vitrinas además de edificar par de torres gemelas con cientos de ejemplares tapa dura. En plan, sí, falo freudiano envidiado por los demás autores relegados al mesón de ofertas en baratAgosto para bolsillos angostos y esfínteres apretados. Culillúos, pues, que se les mienta en mi pueblo. Pelabolas como aquel resentido soldadito sin plomo al que camelaron los hermanitos castradores.
Total que se armó el híper-peo en alguna de las Coreas y yo salí cagada de miedo buscando asilo en el bodegón del supermercado. Me pertreché con par de Old Parr, un paquete de vasos highball desechables y una bolsa de hielo. En el interín de muchedumbres saqueando, corriendo y vociferando, me hice también de mis pasapalos bio sin sal añadida. O sea, hojuelas de yuca frita con topping de melao de caña de azúcar ecológica. Prescindiendo del protocolo demodé de Carreño, el quesito brie me lo estoy comiendo a dentelladas. Luego ya buscaré el hilo dental mentolado que desaloje hilachas alimenticias de mi soberbia dentadura full implantes de titanio dolarizado.
Dudo entre entrar al sexshop de mis agonías o colonizar la boutique de Victoria Secret. Ambos fervores van de la mano. Lingerie tiene prioridad en mis extravíos. El efecto del güisqui ya se siente y comienzo a redactar frases + breves hasta que suceda lo contrario. Probándome todos estos atavíos necesito la banda sonora de Zapato Tres y sus “pantaletas negras; baila, baila, baila, yo te veo…”
Avanzo ahora hacia la zapatería. Estos tacones de mierda me están matando y, dado el contexto, no creo lograr que me atiendan en Doctor Scholl y ni siquiera en Berkemann. Así que opto por mis Sneakers azul índigo con triplesuela polimérica que acolcha mis pasos eliminando cualquier vestigio de sonido.
Glamour obliga y preciso lipstick para mi bemba colorá. Mira que no me voy a presentar en pleno juicio final como una housewife desesperada. A san Peter me lo vacilo y me coleo en las alcabalas del cielo antes de que me despierte, de una, por las ganas de hacer pipí.