Para el Conde, Londres era un festín. Un abalorio lujoso entre los infinitos recuerdos atesoraba en una vida muy, muy larga. Antes, cuando había fue un hombre normal, luchó por honrar el nombre de su familia, de su padre y su tierra. Pero una vez que bebió la sangre, todo se disolvió en deseo. ¿Y qué deseaba? El Conde a veces sonreía con la melancolía de la crueldad y pensaba en los cientos de...